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Visita del Nuncio Apostólico en Etiopía, la misión de la MCSPA en Muketuri

10 mayo 2023 Posted by MCSPA, Noticias, Uncategorized 0 thoughts on “Visita del Nuncio Apostólico en Etiopía, la misión de la MCSPA en Muketuri”

El pasado jueves, 4 de mayo, Mons. Antoine Camilleri, Nuncio Apostólico en Etiopía, visitó la misión que la MCSPA tiene en Muketuri, a 78 km de Addis Abeba, en el altiplano etíope.

La visita empezó por el aula de niños especiales, donde Monseñor bendijo a los niños y cuidadoras e interactuó con alguno de ellos: Abebe, un niño con espectro autista le abrazó sonriente.

Después saludó a Enat, la encargada del programa de atención de niños con desnutrición, que le explicó cómo se lleva el control de crecimiento de los bebés del programa. Saludó a las madres que esperaban pacientemente la sesión de educación en nutrición y embarazo.

Tras saludar a los trabajadores de la vaquería y el huerto del Centro, los niños del tercer curso (6 años) le esperaban en la capilla, que se inauguró el pasado septiembre, para celebrar el mes de María. Los niñoshabían coloreado un dibujo de María y algunos trajeron flores.

Las maestras habían organizado canciones y poemas que los niños presentaron.

Tras dejar el Centro Materno Infantil San José en Muketuri, nos desplazamos a el poblado de Jebene, a 13 km de Muketuri y, visitó el comedor, el huerto comunitario y las infraestructuras acuíferas del poblado. Hombres y mujeres le saludaron con sencillez y hospitalidad.

Mons. Antoine agradeció a los miembros de la MCSPA su acogida y les animó a continuar la presencia de la Iglesia Católica en la zona.

Lourdes Larruy

MCSPA

 

 

“Colaboradores de Chile y España llevan a cabo un nuevo proyecto de intervención en una nueva sala de terapia para los niños y niñas con necesidades especiales en Muketuri, Etiopía, con financiamiento español y chileno”

5 marzo 2023 Posted by MCSPA, Uncategorized 0 thoughts on ““Colaboradores de Chile y España llevan a cabo un nuevo proyecto de intervención en una nueva sala de terapia para los niños y niñas con necesidades especiales en Muketuri, Etiopía, con financiamiento español y chileno””

El Centro Materno Infantil Saint Joseph, bajo la misión de la Comunidad Misionera de San Pablo Apostol, en Muketuri, Etiopía, ha estado en un trabajo constante con un grupo de voluntarios de Chile y España durante los meses de enero y febrero 2023. David, Maria Jesus y Florencia, un médico chileno, una terapeuta ocupacional y una estudiante de esta misma carrera, llegaron en Enero para realizar un programa de juego terapéutico para los niños con necesidades especiales y sus cuidadoras.

El proyecto, que contó con financiamiento de España y Chile, tuvo como objetivo construir una sala de terapia especializada y una sala de descanso para las trabajadoras, bajo el marco de un programa ya existente para estos niños y niñas.

La sala de terapia especializada fue construida con equipamiento de última generación para brindar un espacio adecuado para el tratamiento de los niños con necesidades especiales. El proyecto también incluyó la construcción de una sala de descanso para las trabajadoras, que les permitirá recuperar fuerzas durante sus largas jornadas laborales. Además, los voluntarios chilenos llevaron a cabo una capacitación y acompañamiento en el auto cuidado de las trabajadoras, para mejorar su bienestar emocional y físico.

“Estamos muy agradecidos por el financiamiento de España y Chile, que nos permitió llevar a cabo este proyecto en el Centro Materno Infantil Saint Joseph en Muketuri”, dijo uno de los voluntarios chilenos. “Es emocionante ver cómo juntos podemos hacer una diferencia positiva en la vida de nuestros niños e impactar en su neurodesarrollo. Soñamos con que ellos/as mismos/as puedan elegir a que jugar y tener un desarrollo continuo”.

“Además, es sorprendente ver el impacto sociocultural que tiene el proyecto de la sala especial. Llevamos más de 10 años cuidando de niños y niñas con discapacidad en una cultura donde estos/as niño/as no son la prioridad porque toda la vida está en torno al campo y porque se cree que el nacimiento de ellos/as es una maldición para la familia. Hoy la comunidad los reconoce, sabe quienes son, otros niños y niñas juegan con ello/as. Nos hace ilusión pensar que toda la comunidad está transformando su visión de la discapacidad y su disposición para con estos niños/as y sus familias”, comenta Lourdes Larruy, misionera responsable del Centro Materno Infantil San José en Muketuri.

Se espera que la sala de terapia especializada y la sala de descanso para las trabajadoras mejoren significativamente la calidad de vida de los niños con necesidades especiales en Muketuri y sus alrededores.

“Este proyecto es un ejemplo de cómo, a través de la colaboración internacional y el trabajo en equipo, podemos marcar una diferencia en las vidas de los niños. Abebe, Zynabu, Yohannes, Obsan, Workine, Mestawot, Myrgasa, Edelawit y Tadele no han parado de reir este mes aprendiendo con nuevos materiales y enfoques. Sus cuidadoras Aberrash, Diribe, Enat y Showaye estan muy agradecidas: “Nunca nos habían enseñado algo como esto, esto nos da fuerza para continuar con nuestro trabajo” Dijo Aberrash, la mayor de las cuidadoras.

El Centro Materno Infantil Saint Joseph, bajo la misión de la Comunidad Misionera de San Pablo Apóstol, es un importante centro de atención infantil en la región de Muketuri, Etiopía, y esta iniciativa es una muestra de cómo la ayuda internacional puede ser una herramienta valiosa para mejorar la calidad de vida de las personas en todo el mundo.

Mariajesús Parada Aguirre

Terapeuta Ocupacional

“Y Se Hizo la Luz”!

6 febrero 2020 Posted by Noticias 0 thoughts on ““Y Se Hizo la Luz”!”

Durante los día 28-30 de enero, la MCSPA , presente en la zona de Muketuri, junto con la Fundación Harena ha repartido 120 equipos de luz  solares para iluminar las hogares de 3 los poblados de Abo Kaso, Gore Ketema y Jebene. Estos poblados distan 21km, 7km y 17 km de Muketuri por camino de terracería.

Los equipos constan de tres puntos de luz fijos y uno móvil más un enchufe para cargar teléfonos. Las familias, que recibieron una capacitación para la instalación del equipo solar, mostraron su gratitud y alegría ante algo que cambiará su vida: tener luz en las casas, para cocinar, convivir y con un gran impacto en la vida de sus hijos que van a poder estudiar cuando ya no hay luz del sol.

En los 3 poblados organizaron una gran fiesta para celebrar el evento, con comida, bailes y discursos.

En uno de los poblados una mujer mayor expresó su alegría diciendo:

“No sabemos como agradecer esto: primero, los misioneros nos trajeron el agua, el pozo, después la agricultura con el riego por goteo, luego un comedor para niños menores de 7 años y mujeres embarazadas, y, hoy con estas luces nos han dado los ojos para poder ver lo que juntos hemos alcanzado”

Muchas otras familias se han registrado para poder recibir luces solares para sus casas, esperamos poder ir extendiendo este programa.

Lourdes Larruy MCSPA

Un Sueño del que No Quiero Despertar: Lourdes Larruy

30 octubre 2019 Posted by Noticias, Testimonios 0 thoughts on “Un Sueño del que No Quiero Despertar: Lourdes Larruy”

Hace 24 años que conocí un estilo diferente de vivir y todavía me parece un sueño del que no quiero despertar.

De antes, recuerdo una sensación calmada propia de una familia alegre y apacible, pero al mismo tiempo una sensación de impotencia ante lo que pasaba en el resto del mundo. Desde que tengo uso de razón recuerdo a mi madre en la puerta de la casa donde vivíamos dando bocadillos a Tomasa, una señora gitana que tenía seis hijos de los que, creo, mi madre pagaba la escuela a tres. De niña le preguntaba a mi madre, y ¿por qué esta gente son tan pobres?

Luego crecí y de jovencita las cosas me iban bien, pero siempre seguí con esta sensación de insatisfacción. “¿Habrá algo más?”, pensaba. Muchas cosas me gustaban: los estudios, el grupo de amigos de la parroquia, los novios, pero nada parecía ser suficiente.

Hasta que un día, por obligación todo sea dicho, fui a una misa que se celebraba cada año en mi pueblo en un castillo en ruinas y para mi sorpresa el celebrante no era el de siempre. Apareció un sacerdote con barba que no era del pueblo: Paco, y la gente dijo que era el nuevo párroco de San Nicasio, una parroquia en un barrio marginal de las afueras que yo, nacida en el centro del pueblo, ni siquiera sabía que existía.

Después de la celebración, algo de dentro, no sé muy bien qué, me empujó a ir a saludarlo. Creo que le dije que me alegraba de que hubiera venido, o alguna ridiculez por el estilo. Iba acompañado de un grupo de chicos y chicas, que a mí me recordaron a los actores de “Jesucristo Superstar”, película que por aquel entonces estaba de moda. Yo iba con dos amigas de mi grupo de “scouts” y pensé que no me haría caso, pero de nuevo para mi sorpresa nos invitaron a cenar el siguiente jueves, a las ocho. Ese día a las seis y media alguien llamó por teléfono de parte del padre preguntando si me gustaban las lentejas…

Cuando fui con mis dos amigas todo me volvió a parecer de película: encontramos un grupo de gente que trabajaban juntos y se llevaban bien. Paco nos invitó a poner en pie el trabajo de una parroquia en la que el templo era un garaje y donde vivía seguramente la gente más pobre del pueblo. Esto a mi me llenó de ilusión. Por fin, podía hacer algo por ese mundo que tanto me entristecía.

Y ahí empezó una historia apasionante. Dábamos bocadillos a los niños gitanos que venían a la parroquia a ver qué conseguían -a veces robaban los monederos de las señoras en la misa-. Nos los llevábamos los fines de semana a la playa, a la montaña, les buscábamos médicos, conseguíamos leche para las escuelas pobres del pueblo, preparábamos las misas del domingo: preparábamos la liturgia, ensayábamos los cantos.

Para poder llevarnos a los niños en verano necesitábamos dinero para pagar el transporte y la comida, y para nuestra sorpresa hubo gente que nos ayudó ¡A nosotros, que éramos unos jóvenes melenudos! Desde entonces empecé a vivir la certeza de que Dios estaba ahí, dándome energía, fuerza y manifestando su providencia.

Paco me hablaba de las mujeres del Evangelio, y yo pensaba, ¿cómo no me había dado cuenta de que en el Evangelio aparecían mujeres, que lo dejaron todo por seguir a Cristo? “Las mujeres que habían venido con él desde Galilea” (Lc, 23, 55).

¿Por qué nadie me lo había explicado? ¡Qué interesante! Yo lo tenía cada vez más claro, esto es lo que quería para el resto de mi vida.

Los estudios y todo lo que me había propuesto me había ido siempre muy bien, pero por fin alguien me pro- ponía algo que me sobrepasaba; Dios, a través de este sacerdote, me proponía lo que ha sido un reto constante el resto de mi vida: intentar, indignamente, ser una mujer como las del Evangelio, valientes y generosas, testigos de la Resurrección de Jesús y por tanto, portadoras de vida hasta los confines de la tierra.

Las cosas entonces se empezaron a poner difíciles ya que no todo el mundo lo veía igual que yo, empezando por mis amigos y mi familia. Pero cuanto más difícil me lo ponían más segura estaba de lo que quería hacer (tengo que reconocer que en aquel entonces, la madurez para dialogar no era mi fuerte).

Iba a la universidad a estudiar filosofía y soñaba con poder estar completamente libre para lanzarme del todo y poder vivir en la comunidad que Paco había empezado con algunos jóvenes de su anterior parroquia.

Cuando les visitaba me dejaban cocinar, planchar, hablábamos durante horas. Las chicas hablaban de irse a África, era en 1983 cuando las primeras mujeres del grupo se fueron a Kenia. Me pareció tan interesante: vivir juntos, estudiar, viajar, ayudar a la gente que sufre, mejorar el mundo, eso es lo que yo quería.

Cuando me licencié en filosofía, ya había visitado Kenia y me puse a estudiar enfermería, que era lo que pedían para poder tener permisos de trabajo en África. A parte de estudiar, nos dedicábamos a reforzar la asociación civil que habíamos creado: Nuevos Caminos, bus- cando colaboradores y recogiendo fondos para ayudar a la gente en España y en Kenia. Por aquel entonces firmamos el primer contrato con la Unión Europea para un proyecto de salud en Turkana, Kenia… ¡nosotros! Nos dábamos cuenta de estar emprendiendo la mejor de las empresas: la de mejorar el mundo. Y con el mejor de los patrones, nuestro Padre, que nos hace participar de su humanidad y de su divinidad.

No todo ha sido un camino de rosas en estos años. Si me entristecía ver sufrir a tanta gente en este mundo, ahora me entristecía también ver que ese mismo mundo suele tratar mal a los que intentan que todo eso cambie. No siempre uno recibe el apoyo y la comprensión necesarios para seguir luchando por un mundo mejor.

A lo largo de los años, he vivido en diferentes países, en Kenia, en Alemania, en Etiopía, y ahora en México, y siempre con la seguridad de que cuento con una fuerza que no es mía.

Y el reto y las sorpresas continúan siempre, esa llamada que yo recibí continúa, la propuesta de Paco con su fuerza y autenticidad continúan ahí, y además otros jóvenes se han decidido a seguir este camino del Evangelio a través mío. Qué sorpresa, ¿no? Sueño cada día con los que vendrán, los que se añaden a ese grupo de mujeres y hombres a la luz de los que seguían a Cristo, que iban de lugar en lugar siendo testigos de algo grande.

Agradezco a Paco que se fijara en mí para llevar esta vida, a mis hermanos y hermanas en la fe, por esta aventura de quererse hasta el final y sobre todo, gracias al que todo lo ve, por estar ahí…

Aquí estoy, sabiéndome indigna de formar parte de esta historia humana y divina, que es como un sueño del que no quiero despertar y que debe ser como el Reino de los Cielos que empieza aquí en esta tierra, todavía llena de sufrimiento e incomprensión. Pero ya desde aquí intuimos, vislumbramos, la pálida sombra de Dios que nos espera con los brazos abiertos.

Lourdes Larruy, MCSPA

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Nunca Más Detrás de la Cámara: Ángel Valdivia López

29 octubre 2019 Posted by Noticias, Testimonios 0 thoughts on “Nunca Más Detrás de la Cámara: Ángel Valdivia López”

El inmenso horizonte parecía arder con la luz del ocaso y las montañas de Naita se dibujaban como una silueta oscura y lejana. Miraras donde miraras no parecía haber obstáculo para la vista, para los sentidos; teníamos la certeza de que éramos los únicos seres humanos en muchos kilómetros a la redonda, rodeados de naturaleza en su estado puro. Con las últimas luces del día nos dispusimos a montar el campamento en ese lugar perdido pero mágico, a medio camino entre territorio Nyangatom y Surma en Etiopía. Antes de la cena celebraríamos la primera misa católica en ese rincón del mundo junto a Mons. Dominic Kimengich, Obispo de la Diócesis de Lodwar, donde la Comunidad Misionera de San Pablo Apóstol (MCSPA) ha estado presente durante los últimos veinticinco años.

Nos encontrábamos en la primera noche de un largo viaje de Turkana (Kenia) a Etiopía que sería histórico; nunca antes un obispo de Kenia había visitado a su igual Etíope por tierra, por lo menos no en esas vastas regiones del sur-oeste de Etiopía, donde la iglesia católica no ha podido estar presente. Durante la misa rezamos por Paco, que hacía poco más de dos semanas que nos había dejado. Lo sentíamos muy presente al estar siendo protagonistas de su sueño, un sueño del que él nos había contagiado y enamorado, el sueño de construir misiones “desde Turkana hasta Alejandría”, centros de vida para la gente de los alrededores, como lo ha sido Nariokotome durante todos estos años.

Gracias a este sueño de Paco empezamos hace cinco años esta aventura de fundar una nueva misión entre la gente nyangatom, que habitan el suroeste de Etiopía.

¡Quién me iba a decir a mí, que iba a venir a parar hasta aquí! nadie habría dicho que “era posible” habiendo salido del Prat de Llobregat, un pueblo del cinturón rojo de Barcelona; de una buena familia, aunque poco practicante; de un ambiente en el que ser cristiano, era casi un “pecado”, y ser cura poco menos que una “locura”.

Así es como conocí a las personas que fijándose en mi y creyendo que “si era posible”, poco a poco iban a cambiar el rumbo de mi vida: Lourdes, Paco y todos mis hermanos y hermanas de la MCSPA, con los que comparto mi vida y mis sueños. Conocí a Lourdes cuando yo estudiaba formación profesional de la rama de Imagen y Sonido. Me encantaba la fotografía y la comunicación como medios para plasmar tanto la belleza del mundo, como también la crudeza y las injusticias.

Eran momentos de grandes cambios en la sociedad, de gritos por la libertad: la gira mundial de Bruce Springsteen sobre los derechos humanos, la caída del muro de Berlín, la liberación de Mandela y el fin del Apartheid. Por un lado, yo tenía ganas de contribuir a cambiar las injusticias del mundo, pero por otro, solo me atrevía a estar “detrás de la cámara”.

Por las cosas de la vida, siempre había preferido quedarme como un espectador ante la vida, protegido del daño que el mundo me pudiera causar. Conocer a la Comunidad me ayudó poco a poco a ir perdiendo el miedo a estar “delante de la cámara”, a ser yo mismo protagonista de la historia, de lo que pasaba delante de mí, siendo cada vez más consciente de que Dios me llamaba a salir de mi refugio y a encontrar la felicidad dándome a los demás.

Una de las cosas más bonitas que recuerdo cuando conocí a mis nuevos amigos, fue esa sensación de contar con ellos a largo plazo, con ellos podía compartir no sólo de ocho a dos, o el fin de semana a tomar unas copas, si no que podías contar con ellos para toda tu vida… Que cuando hablábamos o discutíamos de algo, llegábamos hasta el fondo, y hablábamos en primera persona: de nuestras actitudes, de lo que podíamos cambiar, de mejorar nosotros mismos, el mundo y las personas que nos rodeaban.

¡Oía hablar por primera vez de Jesús de Nazaret, y me parecía un descubrimiento alucinante!
Y así fui poco a poco ayudando a mis nuevos amigos a ocuparse de niños de familias marginadas.

Oyéndoles hablar cada dos por tres de África, de Turkana, hablando, compartiendo, conociendo a los que iban yendo y viniendo, me fui enamorando de estos amigos, de su estilo de vida, de su lucha constante por mejorar la vida de los que estaban sufriendo, allí donde estuvieran; y di una respuesta a la llamada que me hacían a dejarlo todo y seguir a Cristo. Durante todos estos años aprendí primero a ser persona, a ver las necesidades de los otros antes que las mías, a ser compasivo, como otros lo eran conmigo (muchas veces más), a estar en todo momento disponible, en función de los demás, lo que llamamos la “flexibilidad permanente”. Eso es el gran tesoro que le debemos a Paco.

Hubo también momentos de oscuridad. Pero en esos momentos aprendí a que siempre tenemos que ver nuestras tribulaciones, nuestras limitaciones, incluso nuestras relaciones humanas, en clave sobrenatural, mirando más allá y viendo que todo tiene sentido si trascendemos y vemos en todo ello la mano de Jesús, de Dios.

¡Y llegó la primavera, nuestra ordenación sacerdotal, hace dieciséis años! Salir al campo, respirar, disfrutar del don de la ordenación. Y enseguida meterse al ruedo y enfrentarse al toro, así es como tomamos consciencia de que ayudar a los demás no es siempre tan fácil. Allí, con Albert, empecé a aprender a ser sacerdote, a tener esa dedicación para con los fieles, a hacer de las homilías algo mucho más ameno, a construir presas, a llevar a los enfermos la esperanza y la sanación de Jesús. Todo ello me ha ayudado a acercarme a Jesús: ocupándome de la viuda, el huérfano y el extranjero. Y concretamente ocupándome de Gregorio que había que- dado huérfano y ahora tiene 20 años, de Pablo, que sufría una osteomielitis en el fémur que casi acabó con él, pero tras años de lucha finalmente se ha curado y ahora tiene 21 años y del pequeño Joseph, un niño de 13 años que tiene una severa artritis reumatoide juvenil.

Ellos también han sido, sin saberlo, los que me han dado la oportunidad de encontrarme con Jesús y de ver mi fe fortalecida, como los que en el evangelio llevaban al paralítico en una camilla para que Jesús le curara, Lc 5,17-26.

Luego, nuevos retos vinieron: trabajar en la catedral de San Agustín de Lodwar y de ahí, junto con nuestro Obispo emérito Patrick Harrington, montar desde la nada la emisora Radio Akicha (que significa “luz” en turkana) siendo esta la primera emisora de radio católica, en toda la parte norte de Kenia. Ahora la radio continúa su rumbo, intentando llevar “luz” a la gente de Lodwar y sus alrededores.

Más tarde volver a mi querida parroquia de Lokitaung, antes de cruzar la última frontera hacia la nueva misión de Nyangatom, intentando ser portadores de Buenas Noticias reales y concretas a aquellos que viven olvidados por el mundo global, esclavizados por el hambre, la sed, la enfermedad y la ignorancia.

Y finalmente hace cinco años empezamos, junto con mi compañero el padre David Escrich, esta aventura de empezar una nueva misión entre los Nyangatom. Nos fuimos con lo puesto y establecimos un campamento-misión en uno de los poblados más remotos de nyangatom. Nos concentramos en ayudar a la gente con el problema del agua, y en estos últimos años hemos podido realizar 13 pozos. También hemos dado asistencia a multitud de enfermos. Ahora ya establecidos en la misión de Príncipe de la Paz, en la colina de Naturomoe, esperamos seguir siendo una luz para la gente de los alrededores.

Ángel Valdivia López, MCSPA

Una Jornada de 31 Años: Rosa Murillo

28 octubre 2019 Posted by Noticias, Testimonios 0 thoughts on “Una Jornada de 31 Años: Rosa Murillo”

Este año será mi 31 aniversario como miembro de la Comunidad Misionera de San Pablo el Apóstol (MCSPA). Voy a intentar contar como comenzó todo y como han sido estos últimos años.

Un buen día en 1983, unos amigos me invitaron a asistir a catequesis para preparar la Confirmación en la parroquia San Nicasio en Gavà (Barcelona) y desde ese momento, sucedieron muchas circunstancias me animaron a frecuentar la parroquia. En primer lugar, el padre Francisco Andreo, párroco entonces, nos pidió que cuidáramos de un grupo de niñas gitanas que vivían en un vecindario marginado situado cerca de la parroquia. Comenzamos por buscarles una escuela y llevándoles al médico; además, solían pasar los fines de semana y vacaciones con nosotros.

En segundo lugar, el padre Francisco nos pidió cuidar a una anciana que tenía tres nietos jovencísimos que dependían de ella. Le ayudamos a limpiar su casa y le dábamos de comer, comida proveniente de familiares y amigos. Fue aquí, ayudando a los demás con mi grupo de la parroquia, que comencé a sentir que había encontrado un grupo de personas con quienes podía hacer cosas que significaban algo para mí.

Cuando en 1988, el padre P. Francisco y algunos de los jóvenes del grupo de la parroquia decidieron irse como misioneros a Turkana en el norte de Kenia, pensé que iba a perder a este grupo de personas con el que me sentía identificada. No podía quedarme sin hacer nada. Tomar una decisión fue difícil pero finalmente decidí dejarlo todo atrás para unirme a ese pequeño grupo que más adelante sería la MCSPA. A través de ellos descubrí la llamada de Jesús y entendí que Él quería que le siguiera a través de estas personas.

Debido a una enfermedad crónica que tuve, la cual no tiene cura todavía, no pude ir a África durante mucho tiempo. Sin embargo, tuve la suerte de poder cuidar a Pau Bernabé, un niño Turkana con parálisis cerebral que vivió nueve años conmigo en España. Cuidar a Pau me ayudó a apreciar lo que tenía, apreciar lo que Dios nos da a cada uno de nosotros, perseverar en mi vocación y en el compromiso que había adquirido. Durante este periodo, hice mías las palabras de Santa Teresa de Jesús – “La paciencia todo lo alcanza” – con el deseo que  algún día sería capaz de volver a África.

Unos años después con el permiso de mi médico, pude vivir dos años Nairobi. Luego con otros miembros de la comunidad abrí una nueva misión en Méjico DF: establecimos un Centro Materno-infantil en el distrito del Ajusco y comenzamos a cuidar a los niños con el objetivo de aportarles una vida mejor. Estuve 10 años en Méjico.

Finalmente ahora, en Etiopia, me encuentro al cargo de una misión situada en sur-oeste del país, donde estaré hasta que Dios desee que me mueva a algún lugar que este más necesitado.

Espero que mientras me encuentre en Etiopía sea capaz de ver los frutos de nuestra presencia: niños y jóvenes que se nos acercan con la esperanza que un día decidirán dejar todo atrás para seguir a Cristo a través de nosotros.  Esto ya sucedió en Méjico donde conocimos algunas jóvenes mujeres que ahora son miembros de MCSPA y actualmente viven en Etiopía, algunas de ellas creían  a veces no ser capaces de ser misioneras como nosotras pero a través de nuestro ejemplo, plantamos una semilla en ellas que les hace ser mejores y les permite continuar hacia adelante.

Estaría mintiendo si dijera que ha sido un camino de rosas; también han existido momentos de decepción y desamparo. Por otra parte, el balance es definitivamente positivo: ha habido más momentos de felicidad que de tristeza, y he recibido más de lo que he dado.

De lo que estoy convencida es que Dios me llama pese a mi enfermedad crónica.

Me quiere viva: podría estar ahora mismo en los brazos de Jesús, disfrutando de su Reino, pero no lo estoy. Me quiere aquí, sirviéndole, para que con mi pequeña contribución pueda aliviar el sufrimiento de aquellos que ha puesto en mi camino.

Finalmente me gustaría agradecer a Dios por su llamada para que le siguiera a través del Padre Francisco y el resto de los miembros de la MCSPA. Me gustaría también agradecer a cada uno, desde el primero hasta el último, de aquellos que siguen aquí y de los que nos han dejado, porque cada uno de ellos ha tenido un enorme impacto en mi vida.

Rosa Murillo MCSPA

Testimonio de Mi Vocación: Mª Josefa Nuñez (Pepi)

17 octubre 2019 Posted by Noticias, Testimonios 0 thoughts on “Testimonio de Mi Vocación: Mª Josefa Nuñez (Pepi)”

No vengo de una familia especialmente religiosa, pero aún así, mis padres me han educado con valores cristianos. Recuerdo que cuando era pequeña siempre pensaba que cuando fuera mayor, trabajaría mucho para poder ayudar a la gente pobre que anda pidiendo por las calles.

 

Cuando tenía 17 años, pertenecía a un grupo de catequesis, nos estábamos preparando para el sacramento de la Confirmación. El párroco, Eugenio Romero, cada semana que nos reuníamos venía a visitarnos. Nunca olvidaré sus palabras y su cara de felicidad cuando decía: “estoy enamorado de Jesús”. Fue en aquella época, cuando en el grupo de jóvenes le planteamos que además de reunirnos cada semana podríamos hacer alguna actividad para ayudar a los niños de África. Y dos miembros de la Comunidad Misionera de San Pablo Apóstol, Lourdes Larruy y Rosa Murillo, viajaron en coche hasta el pueblo de Trebujena (Cádiz),  para explicar la labor que estaban realizando en la región de Turkana, en el norte de Kenia. Para nosotros fue todo un gran evento esta visita y que nos dieran la posibilidad de poder ayudar a dos niños de allí, para que pudieran estudiar.

 

Fue a través de este encuentro como empezamos a organizar, en un local que nos dejaron los del Ayuntamiento de Trebujena, la venta de artesanía de Kenia y otras actividades que se nos iban ocurriendo.

 

Me sentía especialmente inconforme con la injusticia y la gran diferencia de formas de vida que permitíamos que hubiera en el mundo. Lourdes y Rosa volvieron a venir al año siguiente y les dije que yo quería ser “monja misionera” y que quería ir a Kenia. Me decidí entonces a explicárselo a mis padres, pero su reacción no fue muy positiva. Me dijeron que dejara de pensar en tonterías y me dedicara primero a estudiar. Recuerdo que les escribí una carta en la que explicaba que no estaba de acuerdo con muchas cosas que pasaban en el mundo y que yo quería poner mi granito de arena dedicándome a ayudar a personas que sufren por hambre o por enfermedad, aunque ellos no lo entendieran. Yo tenía 18 años y tenía que decidir qué carrera estudiar; siempre me había gustado Física, pero empecé a sopesar las ventajas y desventajas en vistas de que yo quería ser misionera. Así que decidí estudiar enfermería por varias razones; es una carrera práctica, podría ejercerla estando en contacto cada día con personas enfermas; y eran solamente tres años, cosa que para mí era muy importante, con vistas a que después de acabar la carrera podría trabajar, independizarme de mis padres y entonces poder emprender mi viaje a Kenia. Para mi sorpresa y satisfacción, me gustó mucho la enfermería. Poco después de acabar los estudios, conseguí trabajo durante dos meses en Sevilla y después en Osuna (un pueblo de la provincia de Sevilla). Así que llegado a este momento tan esperado, escribí una carta a Lourdes diciéndole que ya estaba trabajando y que quería ir a Kenia. Después de tener una conversación por teléfono, quedamos en vernos en Barcelona, en el año 1996. Pasé un fin de semana con Lourdes y Rosa, en el que estuvimos conversando sobre muchos temas. La impresión que me quedó de este encuentro es que había estado con dos mujeres que desprendían felicidad, alegría; que valoraban y saboreaban cada momento de la vida. Y que lo más importante para ellas eran las personas.

 

Seguimos en contacto por carta y acordamos que al año siguiente me iría a Etiopía, donde estaba viviendo Lourdes, durante mi mes de vacaciones del trabajo. El mes de estancia en Etiopía pasó muy rápido y realmente lo que más me impactó fue la vuelta a España. Me había sentido con las misioneras, como en casa. Allí había cabida para todas las personas, porque los protagonistas de su vida eran las personas y los valores humanos y la generosidad eran la guía de los pasos a seguir cada día.

 

Hay cosas que son difíciles de expresar con palabras, pero ciertamente Dios no me dejó; al año siguiente volvía a ir un mes a Etiopía y cuando regresé a España me di cuenta de que la libertad empieza a existir cuando uno hace la elección y el compromiso en su vida y no cuando simplemente se observa el abanico de oportunidades que tienes delante para poder ir probando las diferentes opciones. Así que dejé el trabajo y expliqué a mi familia y a mis amigos que me iba porque realmente esa era mi vocación, para toda la vida.

Sigo viviendo en Etiopía y me encargo de forma más directa de un programa de salud integral en una zona rural, en el Valle de Angar Guten. En la que no hay médicos, todos somos enfermeros: los trabajadores que tenemos contratados y yo. Donde tenemos a nuestro cargo una clínica y dos puestos de salud. Realizamos cada mes vacunaciones y charlas de educación sanitaria en 9 poblados diferentes. Y en la clínica y los dos puestos de salud: atención médica a enfermos, traslado de pacientes en situación de emergencia con nuestro coche al hospital más cercano (que está a dos horas y media en coche), control a mujeres embarazadas, monitorización del peso a los niños y rehabilitación nutricional a los que están desnutridos, apoyo a las familias con Sida y Tuberculosis (para que puedan realizar las revisiones periódicas, tener siempre la medicación y una buena alimentación). También ayudamos a varios ancianos del poblado donde vivimos, con comida y ropa. Y cuando los enfermos necesitan una intervención quirúrgica más complicada o atención médica especializada, organizamos que viajen a la capital (Adís Abeba) y realizamos todo el seguimiento hasta su recuperación total, su mejora, y en algunos casos ( sobre todo los niños y jóvenes que ya tenemos en el cielo), que sufran lo menos posible y tengan una muerte digna. Hablo en plural, porque vivo en comunidad, con tres mujeres más. Y hacemos trabajo en equipo, aunque cada una de ellas también se encargan de las guarderías, de las actividades de agricultura y de construir pozos para que la gente tenga agua para cultivar sus tierras.

Ante tantas necesidades, me sigo sintiendo muy pequeña, pero sé que en este camino nunca estoy sola y Dios siempre nos envía grandes regalos en los pequeños detalles de cada día. Y sobre todo, a través de las personas que llamamos marginados o pobres… y paradójicamente nos dan grandes lecciones de humanidad cuando realmente comulgamos con su sufrimiento. Porque en cada uno de ellos está el rostro de Jesús. Ellos tienen mucho que aportar a la pobreza en valores, esperanza, plenitud, que invade a muchas personas de este mundo a pesar de tener todas las necesidades materiales cubiertas.

La verdad es que no fue tarea fácil explicar sobre todo a mis padres, que había decidido contestar “SÍ” a una llamada para toda la vida. Tampoco puedo entender desde la razón, cómo fui capaz en aquella época de dar el “salto”. Yo creo que simplemente, encontré el tesoro de mi vida. Y es durante la época de la juventud, cuando nos toca discernir sobre lo que queremos hacer y cuál es nuestro lugar en este mundo. Ahora, después de 20 años, puedo seguir afirmando que mi vocación es un gran regalo de Dios, así como poder haber conocido al Padre Francisco Andreo, que en paz descanse, y a todos los miembros de la MCSPA.

Mª Josefa Nuñez MCSPA

 

DÍA MUNDIAL DE LA ALIMENTACIÓN 16 de Octubre de 2016

15 octubre 2019 Posted by Noticias 0 thoughts on “DÍA MUNDIAL DE LA ALIMENTACIÓN 16 de Octubre de 2016”

En este mes misionero de octubre del 2019 proclamado por el Papa Francisco, donde propone que “vivamos un tiempo misionero extraordinario”, porque considera importante, “renovar el compromiso misionero de la iglesia” queremos recordar dos acontecimientos que van ligados el uno al otro en las misiones en las que colaboro, el 16 de octubre es el día mundial de la alimentación y el 20 de octubre es el día mundial de las misiones.

Me voy a centrar en la compasión misionera, valor humano que unifica la empatía y la más alta comprensión hacia el sufrimiento de los demás. Este valor tan noble y necesario, existente en las personas que ofrecen sus vidas, sus conocimientos, sus bienes etc., para ayudar constantemente a los demás, es lo que más me subyugó al llegar a una de las misiones de La Comunidad Misionera de San Pablo Apóstol (MCSPA).

Soy Mari Olcina Graduada en Nutrición Humana y Dietética y un día llegué, apresuradamente, a la misión de Muketuri, buscando aquello que no encontraba en mi mundo, donde la obesidad por consumo excesivo de alimentos azucarados y grasos ha llegado a la cifra de que el 30 % de los niños españoles padecen obesidad. Asumir como normal lo que en realidad es un problema, como también asumimos como normal la desnutrición crónica que padecen el 41% de los niños menores de 5 años donde la población etíope ha llegado a 105 millones de habitantes, con una población del 44,6% de niños menores de 14 años y una esperanza de vida de 63,6 años.

Como un oasis en el desierto, allí estaba Muketuri y el colegio de Saint Joseph, 370 niños alimentados y formados y dos sábados al mes se abren las puertas del centro para acoger a mas de 100 madres con sus vástagos, en un programa sin precedentes, para paliar la desnutrición crónica de bebés menores de 2 años, paralelamente las misioneras mantienen en marcha un programa para gemelos desnutridos donde ponen todo su empeño en que sobrevivan ambos bebés, de madres también desnutridas, este es el proyecto más humano, que me emociona y me permite entender, en toda su grandeza, que es la compasión, especialmente de las misioneras y misioneros.

Para llegar a paliar tanta necesidad las misioneras abren pozos, proporcionando el agua que da la vida, crean huertos, en los que producen alimentos extras y variados, organizan y ponen en funcionamiento comedores sociales para niños, niñas, mujeres embarazadas y lactantes, ofrecen formación higiénico-sanitaria, atienden a los enfermos.

Aquí, entre este grupo de misioneras, convencidas de que la seguridad alimentaria y un mundo sin hambre es posible, es donde he podido realizarme en la parte más noble y altruista de mi profesión, dar de comer al hambriento y de beber al sediento, desde la fe que las mantiene en pie, por el ejemplo que nos ofrecen, desde su misión y la ayuda que prestan podemos comprender para creer y creer para comprender. Su objetivo ODS 2 HAMBRE CERO, por esa razón trabajo con ellas, porque logran mantener la vida.

¡Feliz día Mundial de la alimentación y feliz día mundial de las misiones!

 

Mari Olcina

Graduada en Nutrición Humana y Dietética

Máster en Derechos Humanos, Paz y Desarrollo Sostenible

Máster en Ética y Democracia

CUMPLIENDO UNA PROMESA

4 octubre 2019 Posted by Noticias, Testimonios 0 thoughts on “CUMPLIENDO UNA PROMESA”

Me gustaría que mi testimonio sirviera para “dar un empujón” a esas personas que, como me ocurrió a mí, alguna vez han pensado en hacer un viaje distinto a los que hacemos habitualmente. Un viaje impulsado por una vocecita que suena en nuestro interior señalando que para vivir tenemos que dar un salto que nos saque de nuestra zona de confort,  con su componente de aventura, llevando con nosotros un granito de arena que junto al de otros se convertirá finalmente en una gran montaña.

Hace siete años, mi vocecita fue despertada por mi tía. En una de las presentaciones donde explicaba llena de entusiasmo los detalles, las vivencias y las experiencias que le aportaba el proyecto oftalmológico que desarrolla en Turkana (Kenia), me hizo ver que yo también podía hacer algo similar, que solo era cuestión de ilusión y dedicación.

Preguntando donde había hueco y donde podrían ser más útiles mis habilidades, me hablaron sobre las misiones de Etiopía y los colegios que tenían montados. Siete años después, puedo decir que me gustó la idea.

En siete años he visto cómo crecen los niños, cómo progresan las mujeres, cómo colaboran los hombres, cómo los arboles dan su fruto… En definitiva, he tenido el privilegio de ver cómo la comunidad se ha ido desarrollando.

Me hace mucha ilusión contar que después de ese tiempo hemos conseguido asentar un grupo de jóvenes en España que nos unimos mensualmente para compartir ideas y poner en marcha proyectos. A pesar de tener nuestros trabajos, estudios, a pesar del ajetreo de nuestras vidas, hacemos tiempo para reunirnos y sacar planes adelante. Es muy gratificante ver cómo incluso gente que no ha estado en Etiopía colabora desde aquí con la comunidad y se une a la causa. Porque no hace falta ir hasta allí para ayudar. Desde tu casa puedes colaborar haciendo tu aportación o ayudándonos a montar mercadillos, financiar proyectos y conseguir donaciones. Lo bonito de este viaje es el sentimiento de comunidad y el recibimiento que nos dispensan.

Hace 7 años, sentada en el porche de la casa de voluntarios de Andode, me hice la promesa de que volvería cada año y haría de esta comunidad mi familia y su casa mi casa. Solo he faltado un año, pero creo que puedo decir que estoy cumpliendo con mi promesa, viviendo cada año como si fuese el primero. Con las mismas ganas e ilusión.

Agradezco a las misioneras y a la comunidad haberme dado la oportunidad de acompañarlas y de haberme hecho crecer como persona porque os puedo asegurar que hay cosas muchas, y muy importantes, que no se aprenden en el colegio, en la universidad o en el trabajo. Lecciones muy importantes en mi vida que sólo he aprendido allí.

A vosotros quiero deciros que da igual tu edad, tu trabajo, tu estatus, el país en el que vivas… Si te apetece, ¡VENTE!

¡¡GRACIAS, AMMASAGUENALEHU¡¡

María García Izquierdo

Voluntaria

 

Mas info – admin@mcspa.org

Reforzando nuestro inglés en Muketuri

20 noviembre 2018 Posted by Noticias 0 thoughts on “Reforzando nuestro inglés en Muketuri”

Las chicas de la Residencia Maite Iglesias Home de Muketuri trabajan dos días a la semana por la tarde con nuestros voluntarios para reforzar su inglés.

La Residencia Maite Iglesias Home de Muketuri, actualmente con más de treinta chicas de entre 15 y 19 años, y en la que esperamos ampliar su capacidad hasta las casi cincuenta plazas con la ayuda de nuestros amigos de la Fundación Maite Iglesias, ha incluido una clase de inglés todos los miércoles para reforzar sus habilidades de cara a la Universidad.

La educación superior en Etiopía es, toda ella, en inglés. Sin embargo, el nivel de los estudiantes que llegan es muy bajo. Por eso, se nos ocurrió la idea dar clases a nuestras chicas, para que de alguna forma pudiesen reforzar todo lo que han aprendido, como si fuese una actividad extra escolar más. Y nuestros voluntarios son los encargados de hacerlo.

Cada miércoles y jueves , de 18h a 19h, las chicas se reúnen puntualmente en el comedor de la residencia con sus cuadernos listas para aprender. Bolígrafo en mano, sin apenas libros, pero con mucha inventiva, realizan ejercicios, trabajan su gramática y, sobre todo, se les anima a que hablen, sin vergüenza. Todas ponen mucho empeño y, aunque al principio son tímidas, acaban participando y la hora se les pasa volando. Porque las clases son, sobre todo, participativas.

Los voluntarios, con una pizarra y muchas ganas, trabajan con ellas desde ejercicios de vocabulario hasta cómo formular bien las frases o construir una pequeña redacción. Hablan mucho sobre lo que quieren ser de mayor -para ellas todo un sueño por cumplir-, tratan de reforzar su escritura y ampliar su cuaderno de palabras básicas.

Una iniciativa que está muy ligada al espíritu con el que, de alguna forma, nació este proyecto: prepararlas bien de cara a seguir formándose. Y, para eso, el inglés en Etiopía es básico. Así, toda la residencia está llena de carteles en el que cada objeto lleva su nombre en este idioma, desde una silla o una mesa hasta las profesiones más comunes, que se cuelgan en las paredes. Además, los voluntarios siempre intentan que en clase no se hable amárico, para que se acostumbren a la lengua de cara a la Universidad.

Así, con tan solo una hora a la semana (y algo de deberes para la siguiente), la mejora de sus habilidades puede ser mucha. Nuestros voluntarios acuden encantados y, como nosotros, están convencidos de ello.

Lourdes Larruy

MCSPA

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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