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Jornadas Vocación y Misión, Etiopía 6 al 8 de diciembre de 2019

22 diciembre 2019 Publicado por Noticias 0 comentarios sobre “Jornadas Vocación y Misión, Etiopía 6 al 8 de diciembre de 2019”

Las misioneras y algunos voluntarios de la misión de Muketuri asistieron al encuentro juvenil de la Diócesis de Emdibir bajo el lema de Vocación y Misión. Se reunieron mas de 800 jóvenes de todas las parroquias de la Eparquía.

A través de la música y el teatro los jóvenes expresaron sus ideas sobre la temática. La MCSPA participó con su testimonio y algunas canciones.

La vocación común de los bautizados y la misión universal de la Iglesia fueron algunos de los temas expuestos.  El Obispo y los organizadores agradecieron profundamente a la MCSPA por su participación y testimonio.

Lourdes Larruy

MCSPA

 

De Pietraforte a Kenia: Patrizia Aniballi

1 noviembre 2019 Publicado por Noticias, Testimonios 0 comentarios sobre “De Pietraforte a Kenia: Patrizia Aniballi”

Siempre es difícil explicar cómo nació la vocación. Mi caso no es tan especial como uno se pudiera imaginar. Muchas veces la gente considera al misionero o a los religiosos personas tan especiales que casi los describen como seres fuera de lo normal, pero no es así; tenemos mucho que aprender de los demás. Lo que nos caracteriza es que queremos sin medida a los más marginados, aunque eso no nos sea siempre fácil.

Como podéis ver por mi nombre, yo soy italiana, aunque ahora de italiana ya no me queda casi nada, pues hace más de 28 años que vivo en Kenia y, como sabéis, aquí se habla inglés y kiswahili, y en nuestra comunidad hablamos español e inglés, así que hoy en día ya no sé qué idioma hablo, quizá una mezcla de casi todo.

Os cuento cómo aparecí en esta tierra tan lejana. Yo vivía en un pequeño pueblo que se llama Pietraforte, en la provincia de Rieti, en Italia. En aquel entonces en mi pueblo había unas 100 personas, ¡no exagero! Mucha gente se había marchado para buscar trabajo en las ciudades. El párroco de la iglesia era un sacerdote español, y un día que vino a oficiar un funeral al pueblo, yo lo fui a buscar para que me hiciera un certificado que necesitaba mi primo para casarse. Vi el coche del padre aparcado con dos jóvenes dentro y me acerqué, abrí la puerta y me senté con ellas. Las jóvenes estaban sorprendidas al verme, y empecé a explicarles por qué estaba allí. Ellas me hablaban medio en italiano, medio en español. Eran dos misioneras laicas de la Comunidad Misionera de San Pablo Apóstol, que me explicaron durante más de media hora lo que hacían en Kenia. Yo les dije que siempre había querido ser misionera, pero que cada vez que me acercaba al cura me presentaba a monjas para ver si quería ser religiosa, pero yo veía que eso no era para mí.

Después llegó el sacerdote y me invitó a acompañarles a Roma, porque aquel día llegaba el P. Paco. Me fui con ellos. Desde el primer momento que Paco me vio me invitó a ir a Kenia. Él me parecía demasiado determinado, por decirlo así. Era la primera vez que alguien que no me conocía se fiaba de mí a primera vista, y yo

le dije que sí, que quería ir. Estuve con ellos dos días, y aunque todos se esforzaban en hablarme en italiano casi no les entendía y yo no hablaba español.

Así fue como al cabo de unos meses dejé a mi familia. Yo tuve un hermano, cuatro años menor que yo, que nació prematuro, de seis meses, y estuvo un tiempo en la incubadora. Más tarde le diagnosticaron una parálisis cerebral y vivió tan sólo hasta los nueve años, así que me convertí en hija única. Afortunadamente mi primo de cuatro años se añadió a nuestra pequeña familia tras la muerte de su padre y mi madre lo crió hasta que a los catorce volvió con su madre. Entonces fui realmente hija única. Y a pesar de eso, mis padres no se opusieron a mi marcha a Kenia. Al principio me echaban de menos, pero lo aceptaron.

Ahora, después de muchos años, entiendo bien la determinación de Paco a llamarme a dejarlo todo para seguir a Cristo e ir donde no hay nada, donde la gente es tan pobre que viven con “menos que nada”, en Turkana.

Al llegar a Kenia viví mucho tiempo en Nairobi. En la comunidad era la única italiana, y no hablaba nada más que italiano. Muchas veces me sentía extraña, ansiaba ir a vivir a Turkana, al desierto, y no estar en una gran ciudad. Me acuerdo que al principio sólo quería ir con la chica de la Comunidad que conocí en mi pueblo, pero ella tuvo que irse a otra misión en Bolivia y me costaba adaptarme a los demás. Mi madre me llamaba de vez en cuando un minuto para saber si estaba bien, y aunque yo le decía que sí, se daba cuenta de que no era verdad. Nunca quise decírselo, pues me costó bastante separarme de mi familia y de “mi pequeño mundo”. Estaba habituada a hacer un poco lo que yo quería, a viajar y tomar mis propias decisiones.

Los primeros meses fueron así: “me gustaba, pero”… después todo fue cambiando, entendí más lo que significaba la vida que quería seguir. El cariño y, sobre todo, la paciencia que toda la comunidad tuvo conmigo fueron extraordinarios. Tras algunos meses me decidí a quedarme. Fue después de haber ido a Turkana, de ver cómo vive la gente, de ver el trabajo que allí se hace. Creo que esto me conmovió, y pensar que podría ser útil cambió mi manera de actuar.

En estos 28 años mi madre ha venido casi todo los años a estar con nosotros. Se encontraba como en casa, enseñando a coser, bordar, a hacer pasta italiana, salchichas y muchas más cosas. Es bonito ver cómo la familia se integra con la Comunidad, y al final formamos todos una misma familia. Acompañándonos aquí son muy útiles, aprenden a querer a toda nuestra gente en la misión y así entienden muchas de las cosas que yo les explicaba.

No fue casualidad que en mi pequeño pueblo estuviera un cura español. Todo sucedió de la mano de Dios, que estaba allí. Por mi parte la puerta estaba abierta, y espero que la mano de Dios me siga guiando por los caminos de la misión, allí donde me quiera llevar

Patrizia Aniballi, MCSPA

Mi Vocación: P. Avelino Bassols

30 octubre 2019 Publicado por Noticias, Testimonios 0 comentarios sobre “Mi Vocación: P. Avelino Bassols”

De niño y mas tarde de adolescente leía los relatos de misioneros en Asia, América y África con mucho entusiasmo. Naturalmente, en aquella época no me podía imaginar que acabaría viviendo en el corazón de África. Tampoco no estuvo nunca en mis planes ser sacerdote, y mucho menos misionero. De pequeño quería ser cartero, y cuando me preguntaban porqué contestaba “para traer buenas noticias a la gente”. Nunca me habría pensado que una parte de mi labor a lo largo de mi vida sería “traer buenas noticias a la gente”, no como cartero, sino como misionero en África.

La primera vez que pisé suelo africano fue en 1987. Al instante me enamoré del continente y de su gente y al cabo de un mes ya tenía claro que iba a pasar el resto de mi vida en Africa. El lugar donde aterricé fue en la zona árida de Turkana. Ciertamente hubo dificultades al principio, aunque con el tiempo las empiezas a relativizar. Como decía Jorge Manrique, “a nuestro parecer, cualquier tiempo pasado fue mejor”. Lo que también es cierto es que aunque un lugar pueda parecer inhóspito de entrada, con el tiempo te vas instalando, conoces las costumbres de la gente, sabes como moverte, y al final conviertes en tu propio hogar. Si me preguntan si he sido feliz en Turkana solamente puedo contestar afirmativamente. He sido muy feliz, lo sigo considerando mi hogar y de hecho, cuando al final dejé Turkana atrás estaba en la cúspide de trayectoria como misionero.

Fui ordenado para la diócesis de Lodwar en el norte de Kenia en 1992, y allí me estrené como sacerdote. En 2017 celebraba 25 años de sacerdocio, y algunos mas en Kenia. Fue entonces, durante unos ejercicios espirituales, que vi claro que era hora de dar un paso mas. Así pues, después de algunas vicisitudes, acabé en Ave María, en Sudán del Sur. Muchos preguntarán, donde se encuentra Ave María. Si trazamos una cruz sobre el continente africano de norte a sur, y de este a oeste, mas o menos en el centro está Ave María, es decir, verdaderamente en el corazón de África.

Llevo ahora diez meses en esta nueva misión. Ya no es una zona árida, sino una selva tropical. La gente aquí no pasa hambre, como en Turkana. Sin embargo, por el resto esta región está a años luz de Turkana. La cobertura sanitaria es prácticamente inexistente. La educación escolar es pésima. Y en general no hay servicios de nada. No hay ningún sistema bancario, ni correos, ni siquiera comercios donde se pueda comprar ni lo mas básico. Aquí parece que uno vive relegado a la Edad Media.

Como he mencionado arriba, la misión de Turkana tiene ciertamente sus retos. Sin embargo, las dificultades de la misión en Sudán del Sur superan con un margen bastante amplio las que había experimentado en Turkana, Kenia. Al mismo tiempo, siento que es aquí el lugar a donde se me ha llamado a estar. Al final esto es lo que llamamos vocación, no un empeño personal, sino una llamada. Y por muchas dificultades que un lugar puede suponer, cuando sabemos que es otro el que nos ha llamado, esto nos da fuerzas para superar cualquier obstáculo, pues al final la misión no es nuestra, sino del que nos ha llamado, y del que nos ha enviado a proclamar sus buenas noticias.

Avelino Bassols, MCSPA

Un Sueño del que No Quiero Despertar: Lourdes Larruy

30 octubre 2019 Publicado por Noticias, Testimonios 0 comentarios sobre “Un Sueño del que No Quiero Despertar: Lourdes Larruy”

Hace 24 años que conocí un estilo diferente de vivir y todavía me parece un sueño del que no quiero despertar.

De antes, recuerdo una sensación calmada propia de una familia alegre y apacible, pero al mismo tiempo una sensación de impotencia ante lo que pasaba en el resto del mundo. Desde que tengo uso de razón recuerdo a mi madre en la puerta de la casa donde vivíamos dando bocadillos a Tomasa, una señora gitana que tenía seis hijos de los que, creo, mi madre pagaba la escuela a tres. De niña le preguntaba a mi madre, y ¿por qué esta gente son tan pobres?

Luego crecí y de jovencita las cosas me iban bien, pero siempre seguí con esta sensación de insatisfacción. “¿Habrá algo más?”, pensaba. Muchas cosas me gustaban: los estudios, el grupo de amigos de la parroquia, los novios, pero nada parecía ser suficiente.

Hasta que un día, por obligación todo sea dicho, fui a una misa que se celebraba cada año en mi pueblo en un castillo en ruinas y para mi sorpresa el celebrante no era el de siempre. Apareció un sacerdote con barba que no era del pueblo: Paco, y la gente dijo que era el nuevo párroco de San Nicasio, una parroquia en un barrio marginal de las afueras que yo, nacida en el centro del pueblo, ni siquiera sabía que existía.

Después de la celebración, algo de dentro, no sé muy bien qué, me empujó a ir a saludarlo. Creo que le dije que me alegraba de que hubiera venido, o alguna ridiculez por el estilo. Iba acompañado de un grupo de chicos y chicas, que a mí me recordaron a los actores de “Jesucristo Superstar”, película que por aquel entonces estaba de moda. Yo iba con dos amigas de mi grupo de “scouts” y pensé que no me haría caso, pero de nuevo para mi sorpresa nos invitaron a cenar el siguiente jueves, a las ocho. Ese día a las seis y media alguien llamó por teléfono de parte del padre preguntando si me gustaban las lentejas…

Cuando fui con mis dos amigas todo me volvió a parecer de película: encontramos un grupo de gente que trabajaban juntos y se llevaban bien. Paco nos invitó a poner en pie el trabajo de una parroquia en la que el templo era un garaje y donde vivía seguramente la gente más pobre del pueblo. Esto a mi me llenó de ilusión. Por fin, podía hacer algo por ese mundo que tanto me entristecía.

Y ahí empezó una historia apasionante. Dábamos bocadillos a los niños gitanos que venían a la parroquia a ver qué conseguían -a veces robaban los monederos de las señoras en la misa-. Nos los llevábamos los fines de semana a la playa, a la montaña, les buscábamos médicos, conseguíamos leche para las escuelas pobres del pueblo, preparábamos las misas del domingo: preparábamos la liturgia, ensayábamos los cantos.

Para poder llevarnos a los niños en verano necesitábamos dinero para pagar el transporte y la comida, y para nuestra sorpresa hubo gente que nos ayudó ¡A nosotros, que éramos unos jóvenes melenudos! Desde entonces empecé a vivir la certeza de que Dios estaba ahí, dándome energía, fuerza y manifestando su providencia.

Paco me hablaba de las mujeres del Evangelio, y yo pensaba, ¿cómo no me había dado cuenta de que en el Evangelio aparecían mujeres, que lo dejaron todo por seguir a Cristo? “Las mujeres que habían venido con él desde Galilea” (Lc, 23, 55).

¿Por qué nadie me lo había explicado? ¡Qué interesante! Yo lo tenía cada vez más claro, esto es lo que quería para el resto de mi vida.

Los estudios y todo lo que me había propuesto me había ido siempre muy bien, pero por fin alguien me pro- ponía algo que me sobrepasaba; Dios, a través de este sacerdote, me proponía lo que ha sido un reto constante el resto de mi vida: intentar, indignamente, ser una mujer como las del Evangelio, valientes y generosas, testigos de la Resurrección de Jesús y por tanto, portadoras de vida hasta los confines de la tierra.

Las cosas entonces se empezaron a poner difíciles ya que no todo el mundo lo veía igual que yo, empezando por mis amigos y mi familia. Pero cuanto más difícil me lo ponían más segura estaba de lo que quería hacer (tengo que reconocer que en aquel entonces, la madurez para dialogar no era mi fuerte).

Iba a la universidad a estudiar filosofía y soñaba con poder estar completamente libre para lanzarme del todo y poder vivir en la comunidad que Paco había empezado con algunos jóvenes de su anterior parroquia.

Cuando les visitaba me dejaban cocinar, planchar, hablábamos durante horas. Las chicas hablaban de irse a África, era en 1983 cuando las primeras mujeres del grupo se fueron a Kenia. Me pareció tan interesante: vivir juntos, estudiar, viajar, ayudar a la gente que sufre, mejorar el mundo, eso es lo que yo quería.

Cuando me licencié en filosofía, ya había visitado Kenia y me puse a estudiar enfermería, que era lo que pedían para poder tener permisos de trabajo en África. A parte de estudiar, nos dedicábamos a reforzar la asociación civil que habíamos creado: Nuevos Caminos, bus- cando colaboradores y recogiendo fondos para ayudar a la gente en España y en Kenia. Por aquel entonces firmamos el primer contrato con la Unión Europea para un proyecto de salud en Turkana, Kenia… ¡nosotros! Nos dábamos cuenta de estar emprendiendo la mejor de las empresas: la de mejorar el mundo. Y con el mejor de los patrones, nuestro Padre, que nos hace participar de su humanidad y de su divinidad.

No todo ha sido un camino de rosas en estos años. Si me entristecía ver sufrir a tanta gente en este mundo, ahora me entristecía también ver que ese mismo mundo suele tratar mal a los que intentan que todo eso cambie. No siempre uno recibe el apoyo y la comprensión necesarios para seguir luchando por un mundo mejor.

A lo largo de los años, he vivido en diferentes países, en Kenia, en Alemania, en Etiopía, y ahora en México, y siempre con la seguridad de que cuento con una fuerza que no es mía.

Y el reto y las sorpresas continúan siempre, esa llamada que yo recibí continúa, la propuesta de Paco con su fuerza y autenticidad continúan ahí, y además otros jóvenes se han decidido a seguir este camino del Evangelio a través mío. Qué sorpresa, ¿no? Sueño cada día con los que vendrán, los que se añaden a ese grupo de mujeres y hombres a la luz de los que seguían a Cristo, que iban de lugar en lugar siendo testigos de algo grande.

Agradezco a Paco que se fijara en mí para llevar esta vida, a mis hermanos y hermanas en la fe, por esta aventura de quererse hasta el final y sobre todo, gracias al que todo lo ve, por estar ahí…

Aquí estoy, sabiéndome indigna de formar parte de esta historia humana y divina, que es como un sueño del que no quiero despertar y que debe ser como el Reino de los Cielos que empieza aquí en esta tierra, todavía llena de sufrimiento e incomprensión. Pero ya desde aquí intuimos, vislumbramos, la pálida sombra de Dios que nos espera con los brazos abiertos.

Lourdes Larruy, MCSPA

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Nunca Más Detrás de la Cámara: Ángel Valdivia López

29 octubre 2019 Publicado por Noticias, Testimonios 0 comentarios sobre “Nunca Más Detrás de la Cámara: Ángel Valdivia López”

El inmenso horizonte parecía arder con la luz del ocaso y las montañas de Naita se dibujaban como una silueta oscura y lejana. Miraras donde miraras no parecía haber obstáculo para la vista, para los sentidos; teníamos la certeza de que éramos los únicos seres humanos en muchos kilómetros a la redonda, rodeados de naturaleza en su estado puro. Con las últimas luces del día nos dispusimos a montar el campamento en ese lugar perdido pero mágico, a medio camino entre territorio Nyangatom y Surma en Etiopía. Antes de la cena celebraríamos la primera misa católica en ese rincón del mundo junto a Mons. Dominic Kimengich, Obispo de la Diócesis de Lodwar, donde la Comunidad Misionera de San Pablo Apóstol (MCSPA) ha estado presente durante los últimos veinticinco años.

Nos encontrábamos en la primera noche de un largo viaje de Turkana (Kenia) a Etiopía que sería histórico; nunca antes un obispo de Kenia había visitado a su igual Etíope por tierra, por lo menos no en esas vastas regiones del sur-oeste de Etiopía, donde la iglesia católica no ha podido estar presente. Durante la misa rezamos por Paco, que hacía poco más de dos semanas que nos había dejado. Lo sentíamos muy presente al estar siendo protagonistas de su sueño, un sueño del que él nos había contagiado y enamorado, el sueño de construir misiones “desde Turkana hasta Alejandría”, centros de vida para la gente de los alrededores, como lo ha sido Nariokotome durante todos estos años.

Gracias a este sueño de Paco empezamos hace cinco años esta aventura de fundar una nueva misión entre la gente nyangatom, que habitan el suroeste de Etiopía.

¡Quién me iba a decir a mí, que iba a venir a parar hasta aquí! nadie habría dicho que “era posible” habiendo salido del Prat de Llobregat, un pueblo del cinturón rojo de Barcelona; de una buena familia, aunque poco practicante; de un ambiente en el que ser cristiano, era casi un “pecado”, y ser cura poco menos que una “locura”.

Así es como conocí a las personas que fijándose en mi y creyendo que “si era posible”, poco a poco iban a cambiar el rumbo de mi vida: Lourdes, Paco y todos mis hermanos y hermanas de la MCSPA, con los que comparto mi vida y mis sueños. Conocí a Lourdes cuando yo estudiaba formación profesional de la rama de Imagen y Sonido. Me encantaba la fotografía y la comunicación como medios para plasmar tanto la belleza del mundo, como también la crudeza y las injusticias.

Eran momentos de grandes cambios en la sociedad, de gritos por la libertad: la gira mundial de Bruce Springsteen sobre los derechos humanos, la caída del muro de Berlín, la liberación de Mandela y el fin del Apartheid. Por un lado, yo tenía ganas de contribuir a cambiar las injusticias del mundo, pero por otro, solo me atrevía a estar “detrás de la cámara”.

Por las cosas de la vida, siempre había preferido quedarme como un espectador ante la vida, protegido del daño que el mundo me pudiera causar. Conocer a la Comunidad me ayudó poco a poco a ir perdiendo el miedo a estar “delante de la cámara”, a ser yo mismo protagonista de la historia, de lo que pasaba delante de mí, siendo cada vez más consciente de que Dios me llamaba a salir de mi refugio y a encontrar la felicidad dándome a los demás.

Una de las cosas más bonitas que recuerdo cuando conocí a mis nuevos amigos, fue esa sensación de contar con ellos a largo plazo, con ellos podía compartir no sólo de ocho a dos, o el fin de semana a tomar unas copas, si no que podías contar con ellos para toda tu vida… Que cuando hablábamos o discutíamos de algo, llegábamos hasta el fondo, y hablábamos en primera persona: de nuestras actitudes, de lo que podíamos cambiar, de mejorar nosotros mismos, el mundo y las personas que nos rodeaban.

¡Oía hablar por primera vez de Jesús de Nazaret, y me parecía un descubrimiento alucinante!
Y así fui poco a poco ayudando a mis nuevos amigos a ocuparse de niños de familias marginadas.

Oyéndoles hablar cada dos por tres de África, de Turkana, hablando, compartiendo, conociendo a los que iban yendo y viniendo, me fui enamorando de estos amigos, de su estilo de vida, de su lucha constante por mejorar la vida de los que estaban sufriendo, allí donde estuvieran; y di una respuesta a la llamada que me hacían a dejarlo todo y seguir a Cristo. Durante todos estos años aprendí primero a ser persona, a ver las necesidades de los otros antes que las mías, a ser compasivo, como otros lo eran conmigo (muchas veces más), a estar en todo momento disponible, en función de los demás, lo que llamamos la “flexibilidad permanente”. Eso es el gran tesoro que le debemos a Paco.

Hubo también momentos de oscuridad. Pero en esos momentos aprendí a que siempre tenemos que ver nuestras tribulaciones, nuestras limitaciones, incluso nuestras relaciones humanas, en clave sobrenatural, mirando más allá y viendo que todo tiene sentido si trascendemos y vemos en todo ello la mano de Jesús, de Dios.

¡Y llegó la primavera, nuestra ordenación sacerdotal, hace dieciséis años! Salir al campo, respirar, disfrutar del don de la ordenación. Y enseguida meterse al ruedo y enfrentarse al toro, así es como tomamos consciencia de que ayudar a los demás no es siempre tan fácil. Allí, con Albert, empecé a aprender a ser sacerdote, a tener esa dedicación para con los fieles, a hacer de las homilías algo mucho más ameno, a construir presas, a llevar a los enfermos la esperanza y la sanación de Jesús. Todo ello me ha ayudado a acercarme a Jesús: ocupándome de la viuda, el huérfano y el extranjero. Y concretamente ocupándome de Gregorio que había que- dado huérfano y ahora tiene 20 años, de Pablo, que sufría una osteomielitis en el fémur que casi acabó con él, pero tras años de lucha finalmente se ha curado y ahora tiene 21 años y del pequeño Joseph, un niño de 13 años que tiene una severa artritis reumatoide juvenil.

Ellos también han sido, sin saberlo, los que me han dado la oportunidad de encontrarme con Jesús y de ver mi fe fortalecida, como los que en el evangelio llevaban al paralítico en una camilla para que Jesús le curara, Lc 5,17-26.

Luego, nuevos retos vinieron: trabajar en la catedral de San Agustín de Lodwar y de ahí, junto con nuestro Obispo emérito Patrick Harrington, montar desde la nada la emisora Radio Akicha (que significa “luz” en turkana) siendo esta la primera emisora de radio católica, en toda la parte norte de Kenia. Ahora la radio continúa su rumbo, intentando llevar “luz” a la gente de Lodwar y sus alrededores.

Más tarde volver a mi querida parroquia de Lokitaung, antes de cruzar la última frontera hacia la nueva misión de Nyangatom, intentando ser portadores de Buenas Noticias reales y concretas a aquellos que viven olvidados por el mundo global, esclavizados por el hambre, la sed, la enfermedad y la ignorancia.

Y finalmente hace cinco años empezamos, junto con mi compañero el padre David Escrich, esta aventura de empezar una nueva misión entre los Nyangatom. Nos fuimos con lo puesto y establecimos un campamento-misión en uno de los poblados más remotos de nyangatom. Nos concentramos en ayudar a la gente con el problema del agua, y en estos últimos años hemos podido realizar 13 pozos. También hemos dado asistencia a multitud de enfermos. Ahora ya establecidos en la misión de Príncipe de la Paz, en la colina de Naturomoe, esperamos seguir siendo una luz para la gente de los alrededores.

Ángel Valdivia López, MCSPA

Mi Vocación Misionera: Una Llamada al Compromiso por los Pobres

11 octubre 2019 Publicado por Noticias, Testimonios 0 comentarios sobre “Mi Vocación Misionera: Una Llamada al Compromiso por los Pobres”

Quiero compartir brevemente el testimonio de mi vocación en este Mes Extraordinario Misionero, especialmente con tantos jóvenes en el mundo que han tenido la fortuna de crecer en países y familias que nos han dado tanto. Soy colombiana, y crecí con unos padres y hermanos maravillosos con los que viví con alegría mi fe católica desde pequeña. Además, crecí en una de las muchas parroquias de la Arquidiócesis de Bogotá, donde el ejemplo de buenos sacerdotes atrae a muchos a seguir a Cristo sin condiciones.

Sin embargo, y a pesar de tener tanto amor de personas cercanas, una extraña insatisfacción llenó mi vida durante los años vividos en la universidad. El dolor de tanta gente de mi país en permanente guerra y el sufrimiento de tantas personas en el mundo, me hacían sentir agradecida por cada cosa que tenía, pero a la vez dejaban mi corazón sediento, hambriento. Nada me saciaba. Mis estudios de psicología, no saciaban mi sed de justicia, mi sed de querer ser parte del plan de bondad que Dios tiene para todos. Muchos libros, mucha teoría, pero poca práctica, poco amor. Fueron momentos difíciles: intensos anhelos de querer cambiar el mundo y no saber cómo. Entre tanta confusión e insatisfacción de una joven bogotana que lo había tenido todo, Dios puso en mi camino, y de la forma más inesperada, mi felicidad.

Una mujer, enfermera y misionera en África durante muchos años, me invitó a ser parte de una familia excepcional: la Comunidad Misionera de San Pablo Apóstol. Con el entusiasmo de Cecilia, y el de muchos otros misioneros del grupo, mi vida encontró a un Jesús vivo: transformador de un mundo que clama justicia y amor. No puedo olvidar al padre Francisco Andreo – Paco-, quien revolucionó todos mis esquemas desde que lo conocí. Con él, el Evangelio comenzó a ser para mí algo vivo, activo, concreto, gracias a su excepcional amor por los más necesitados y especialmente por África. La manera como se comprometía, de principio a fin,  con quienes sufren marcó mi vocación para siempre. Su confianza en Dios era sorprendente, y su fe en la transformación de personas y lugares oprimidos por la desesperación, sigue, aun hoy, impulsando mi vida.

No hay palabras para agradecer aquellos momentos (hace 17 años) en que Dios me llenó de fortaleza para decir “Sí, te sigo, incondicionalmente y de por vida para ir donde me necesites”. Y aquí estoy, en un rincón de África llamado Turkana, lleno de personas sorprendentes que en medio de la extrema pobreza, del hambre, de la falta de agua y la escasez de oportunidades, están construyendo poco a poco un presente y un futuro más digno, a pesar de los innumerables retos.

¡Que bendición haber recibido la misión de convertir en un jardín este remoto lugar del desértico Turkana! Que felicidad ser parte de una familia misionera que desea comprometerse completamente con los más desfavorecidos, acompañándoles de forma permanente para anunciarles un Cristo que les ama aquí y ahora. Y que alegría encontrar en este camino, tantas personas generosas que nos ayudan a construir el Reino de Dios.

Reconozco que la fe en Dios de los turkanas y madurar juntos nuestra fe en Cristo, ha sido mi gran alegría y una enorme responsabilidad que comparto con mis compañeras de camino en la misión de Kokuselei. Misioneras laicas como yo, con quienes estamos construyendo una Iglesia viva y joven en medio de numerosas personas llenas de entusiasmo por hacer presente a Dios en sus vidas. Personas, que necesitan ser acompañadas, pastoreadas, hacia caminos de esperanza, de fe y de amor.

Aquí en África, cientos de personas están necesitadas de buenos pastores que les lleven donde hay vida, donde está Jesús. Pero nos faltan manos, sacerdotes misioneros y misioneras que deseen salir de su propia tierra para llegar a tantos que esperan el mensaje concreto del amor de Dios. Jóvenes que quieran dejarlo todo para seguir a Cristo y que estén dispuestos a ser enviados donde se necesite. Jóvenes que deseen superar ataduras y que estén listos a caminar en contra dirección de un mundo que muchas veces cierra las puertas al verdadero amor.

Soy feliz y sé que quien sigue a Cristo cien por ciento lo es. Como misionera, espero que este Mes Extraordinario Misionero siembre en los corazones de tantos jóvenes católicos alrededor del mundo la semilla de un amor sin miedo y de un amor comprometido con el anuncio de Jesús entre los más necesitados. Oro para que broten vocaciones dispuestas a traspasar fronteras y a unirse a la misión universal de la Iglesia.

Diana Trompetero – MCSPA

Mi Experiencia en Malawi

25 septiembre 2019 Publicado por Testimonios 0 comentarios sobre “Mi Experiencia en Malawi”

Mi nombre es Caroline Auer, tengo 27 años y soy de Farchant, un pequeño pueblo en el sur de Alemania. Soy educadora y pedagoga religiosa. Trabajo como asistente pastoral y profesora de religión en dos conjuntos parroquiales en la Arquidiócesis de Múnich y Freising. Después de mis estudios y mi primer año de trabajo, quería volver a viajar al extranjero por un período extendido para conocer una nueva cultura y el trabajo pastoral en otro país. Tuve la oportunidad de vivir casi tres meses en la comunidad misionera de San Pablo Apóstol en la parroquia de Benga, en Malawi, y formar parte de la comunidad. Compartir la vida cotidiana y la fe, aprender a entender y a amar el trabajo pastoral en las comunidades, así como una nueva cultura. Un tiempo enriquecedor y valioso que seguirá siendo inolvidable para mí.

Comenzar el día juntos con la misa y terminarlo con la oración de la tarde en la iglesia, las vísperas, así como el trabajo común diario me integraron en la comunidad misionera. Más aún, la gente local se convirtió en mi familia, me sentía a salvo y como en casa.

Durante dos semanas trabajé en la guardería y en la escuela, ubicados en el terreno de la Misión mismo. Estoy impresionada de cómo los profesores educan y enseñan a los muchos estudiantes usando los materiales más básicos. La educación es la clave para una buena vida. Me alegra especialmente que la Misión se encargue de escuelas, posibilitando así un buen futuro a los niños y jóvenes.

Las celebraciones de la misa en los pueblos me impresionaron una y otra vez. Ahí podía sentir el enraizamiento profundo de la gente en la oración y la fe. A través del baile, la música y el canto, la misa se convierte allí en una celebración visible y tangible de la fe.

Algunas veces se me permitió visitar a los ancianos y enfermos en los pueblos. Cada mes distribuíamos alimentos básicos, llevábamos la Sagrada Comunión a quienes lo deseaban y rezábamos con ellos. Estas visitas eran regalos para mí. Era conmovedor ver a la gente regocijándose y agradeciendo la visita de Brian. A pesar de las simples circunstancias de la vida, ver esa alegría en los rostros de la gente siempre me motivaba a reflexionar sobre mi trabajo pastoral y la vida en Alemania. Estar allí para las personas, simplemente estar presente, escuchar y sonreírles a menudo vale más que las palabras.

Quiero llevarme eso para mi futuro trabajo como empleada de la iglesia: no esconderme detrás del escritorio, desarrollando conceptos y pasando la mayor parte de mi tiempo en la oficina. No quiero eso, sino quiero, como en Malawi, salir al encuentro de la gente, estar rodeada y a disposición de las personas.

Fue una experiencia bastante nueva pero especial para mí cuando construimos una casa para una anciana enferma. Traer ladrillos y agua, excavar el suelo para los cimientos y ver cómo se construye una casa, sin máquinas modernas, sino tan solo con trabajo manual. Ver la cara feliz de Belita, inaugurar su casa con una pequeña ceremonia de bendición y darle un hogar fue para mí uno de los mejores regalos de este período.

Tuve la oportunidad de aprender mucho del Padre Manuel, del Padre Fernando, del Padre Steven y Brian, que son tan apasionados con su profesión, con su vocación. Acompañarlos durante estos meses e intercambiar impresiones con ellos enriqueció mi tiempo en Malawi.

Recomendaría una estadía en la misión de Benga para cualquiera que tenga la oportunidad de ir por un cierto período de tiempo, aunque sea solo durante una o dos semanas. No se trata de cambiar ni mejorar Malawi, el sistema de una escuela o el trabajo pastoral. Al contrario, creo que todos podemos aprender de la gente de Malawi y hacer la experiencia de este intercambio mutuo, compartiendo unos con otros la vida comunitaria y nuestra fe. Se me permitió hacerlo y estoy muy agradecida por esta experiencia enriquecedora.

He encontrado un hogar allí y llevo este hogar, los encuentros y todas las personas en mi corazón y siempre serán parte de mi vida.

Sé que estoy conectada con la gente de la comunidad y de los pueblos de Malawi también a través de los continentes por medio de nuestra fe y nuestra oración.

Quisiera agradecer de todo corazón al Padre Manuel, al Padre Fernando, al Padre Steven, a Brian a todos los residentes de la Misión, así como a toda la gente de Malawi que me ha acogido tan calurosamente en su país, por este tiempo de formación.

Qué el Espíritu de Dios obre en todos los proyectos y qué la bendición de Dios esté con todos.

Caroline Auer

Bendición de los Nuevos Edificios de Naturomoe y la Primera Piedra de la Nueva Iglesia

12 septiembre 2019 Publicado por Noticias 0 comentarios sobre “Bendición de los Nuevos Edificios de Naturomoe y la Primera Piedra de la Nueva Iglesia”

El domingo 8 de septiembre, la comunidad de Naturomoe se reunió para celebrar la bendición de los primeros edificios y la primera piedra de la nueva Iglesia en la Misión Católica Príncipe de Paz.

A la celebración asistieron muchas personas y fue muy alegre. Los asistentes fueron rebeldes y refugiados del sur de Sudán, representantes de la comunidad de Kakuta, autoridades regionales, miembros de MCSPA y personal de la misión.

La ocasión comenzó con la celebración de la Santa Misa presidida por el obispo Dominic Kimengich, acompañado por el obispo Markos Gebremedhin. Durante su homilía, el obispo Dominic expresó su felicidad al ver que, lo que comenzó como un sueño durante su primera visita a la zona hace 6 años, ahora se estaba haciendo realidad.

También enfatizó que era muy importante que personas de tres países, Etiopía, Kenya y Sudán del Sur, diferentes estuvieran presentes, y que si no hubiéramos sido unidos por Dios, podríamos haber estado luchando y llamándonos enemigos. Sin embargo, gracias a la realización de la misión, ahora podemos permanecer juntos como hermanos y hermanas.

Al final de la misa, Lourdes Larruy explicó la historia de cómo comenzó la misión: hace 20 años empezó como una sugerencia de Mons. Silvano Tomasi, el entonces Nuncio Apostólico a Etiopía, al Padre. Paco y los miembros de MCSPA. El Nuncio dijo que si nuestra comunidad tenía misiones en el norte de Kenia y en Wolega, Etiopía, podríamos abrir fácilmente una misión a mitad de camino. Esta idea se convirtió también en el sueño del P. Paco, nuestro fundador, que imaginó tener misiones que fuesen centros de vida, al estilo de nuestras misiones en Turkana, desde Turkana hasta Alejandría.

Después de la misa, la comunidad procedió en procesión al sitio donde se construirá la futura iglesia. La primera piedra fue bendecida y la iglesia fue dedicada a María Madre de la Iglesia. Luego, procedimos a la bendición de los edificios técnicos y las casas del personal.

Esperamos que estos edificios brinden el apoyo logístico necesario a los misioneros y al personal de la misión, para llevar a cabo el trabajo apostólico de Naturomoe, destinado a difundir las Buenas Nuevas a través de la ayuda práctica.

Agradecemos a todos los amigos y benefactores, especialmente a Missio Aachen y al Nazareth Trust por apoyar este proyecto, y por todos los que de una forma u otra han sido parte de este sueño con su ayuda y oraciones.

P. Angel Valdivia MCSPA

La Misión de Cristo: Príncipe de Paz, en Nyangatom.

10 septiembre 2019 Publicado por Noticias 0 comentarios sobre “La Misión de Cristo: Príncipe de Paz, en Nyangatom.”

El 7 de septiembre de 2019, el Obispo Markos Gebremedhin, Vicariato Apostólico de Jimma-Bonga (Etiopía) y el Obispo Dominic Kimengich de Lodwar (Kenia), se reunieron para celebrar con el equipo de MCSPA en Nyangatom las primeras confirmaciones en la Misión Católica Príncipe de Paz en el sur de Etiopía.

Esto ha sido fruto de cinco años viviendo entre los Nyangatom, visitando las aldeas cercanas y llevando a cabo diferentes proyectos pastorales y de desarrollo.

Los padres Angel y David han establecido una presencia humilde pero notable de la Iglesia Católica entre el pueblo Nyangatom.

Con este evento, podemos ver cómo se transmite el mensaje del Evangelio y también aprender sobre el Buen Pastor que cuida y conoce a sus ovejas.

Estos son los frutos que ha nacido en esta hermosa tierra, gracias a la dedicación de los p. Angel y David.

Durante la homilía el obispo Markos alentó a los refugiados sudaneses del sur, en el campo de refugiados de Tollay, diciéndoles que Dios siempre es fiel en medio de sus dificultades, tal y como fue fiel al pueblo de Israel durante su éxodo de Egipto.

Además, Mons. Markos dijo a los jóvenes confirmandos que no deben tener miedo y que a través del sacramento estarán conectados con Jesús a través del Espíritu Santo, y así podrán hablar abiertamente sobre su fe y encontrar más discípulos para Jesús.

Oremos para que la Misión del Príncipe de Paz en Nyangatom mejore la paz a lo largo de la frontera entre Kenia y Etiopía. Gracias por continuar el sueño del P. Paco, que quería una cadena de misiones desde Kenia hasta Alejandría (Egipto).

Queremos agradecer a todas las personas que han hecho esto posible, a todos los que han apoyado la misión de varias maneras (material y oración). ¡Gracias!

Gracias a todo el personal de la Misión de Nyangatom: el personal de seguridad, los catequistas, el enfermero, el conductor, la cocinera y otros trabajadores. Sin su apoyo y amistad, nuestros dos sacerdotes solos no habrían podido llevar a cabo esta misión.

Finalmente, gracias a todos los miembros y aprendices de la MCSPA por apoyar a nuestros miembros allí y tener esperanza en ellos, quienes gracias Dios, pueden seguir llevando adelante la misión de Cristo.

Lillian Omari – MCSPA

¡LOS CABALLOS SE ENGALANAN PARA CELEBRAR EL AGUA EN ETIOPÍA!!

27 junio 2019 Publicado por Noticias 0 comentarios sobre “¡LOS CABALLOS SE ENGALANAN PARA CELEBRAR EL AGUA EN ETIOPÍA!!”

En la tradición de la tribu Oromo en Etiopía los caballos se engalanan para las grandes celebraciones de la vida: una boda, un nacimiento, un funeral.. Y, ahora, los campesinos de Abo Kaso han querido celebrar engalanando sus caballos que tienen agua gracias a la perforación de un pozo, ¡como señal de lo importante que es el agua para la vida!

El pasado viernes 14 de junio un centenar de personas esperaban en el camino principal de piedra al vehículo de los miembros de la Comunidad Misionera de San Pablo Apóstol que viven en Muketuri. Desde ahí varios kilómetros campo a través hasta llegar al lugar del pozo una veintena de campesinos montados a caballo rodearon el coche y cantando hacían bailes típicos que se hacen caballo. Todos ellos con la montura de colores que dibuja el León de Judá, signo de la cultura etíope.

¡Fueron unos minutos sublimes! Un paisaje amplio de la llanura del altiplano etíope, a 3.000 metros de altura a nivel del mar, gentes endurecidas por la pobreza y el frío, hoy, envueltas en la celebración: ¡tener un grifo de agua ha cambiado la vida de 68 familias, más de 500 personas!

Al llegar al lugar del pozo se vislumbra la construcción de una estructura de hormigón armado de 4 metros de alto donde se va a colocar un depósito de 10.000 litros desde donde se regarán los huertos con sistema de riego por goteo… Al acercarnos al lugar un grupo de mujeres bailando y cantando al ritmo de sus palmadas nos reciben, al lado del depósito del que están ya cogiendo agua todas las mañanas y por la tarde; un evento que esta comunidad va a celebrar como un hito..

La Comunidad de Abo Kaso ha esperado 4 años, desde que hicieron la petición a la MCSPA para tener agua. Muchos niños del programa de atención a niños desnutridos en Muketuri provienen de este poblado, que hasta ahora sólo contaba con el agua de pequeños riachuelos y charcos, un agua turbia y escasa que obligaba a las mujeres y niñas a caminar kilómetros para poder llenar sus bidones de 25 litros.
Ahora, cuentan con un pozo con un caudal de 4 litros al segundo, para uso doméstico y para plantar huertos en la época seca y añadir verduras a su dieta.
Como parte del programa han recibido formación en huertos familiares, preparación de compost, rotación de cultivos, nutrición e higiene.

Ha sido una gran experiencia de encuentro celebrar con estos hombres, mujeres y niños la importancia del agua comparable a las celebraciones del misterio de la vida, el nacimiento, la muerte, y, ahora, ¡el tener agua!

En la celebración, para la que pusieron un toldo, bancos, y cocinaron una oveja los discursos discurrieron después de una oración de agradecimiento por parte de los ancianos del lugar y poemas de varios jóvenes.
Las misioneras de la MCSPA dieron gracias a Dios por la ocasión, y propusieron una oración por el sueño común de un mundo más justo, como Dios lo quiere, y, por el que personas dejan su casa y familia y comparten su vida con gentes tan lejanas.
Los aplausos siguieron a la petición de cooperar todos desde nuestras posibilidades para que los niños de esta comunidad tengan un futuro digno.

Lourdes Larruy, MCSPA.

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