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Una Jornada de 31 Años: Rosa Murillo

28 octubre 2019 Publicado por Noticias, Testimonios 0 comentarios sobre “Una Jornada de 31 Años: Rosa Murillo”

Este año será mi 31 aniversario como miembro de la Comunidad Misionera de San Pablo el Apóstol (MCSPA). Voy a intentar contar como comenzó todo y como han sido estos últimos años.

Un buen día en 1983, unos amigos me invitaron a asistir a catequesis para preparar la Confirmación en la parroquia San Nicasio en Gavà (Barcelona) y desde ese momento, sucedieron muchas circunstancias me animaron a frecuentar la parroquia. En primer lugar, el padre Francisco Andreo, párroco entonces, nos pidió que cuidáramos de un grupo de niñas gitanas que vivían en un vecindario marginado situado cerca de la parroquia. Comenzamos por buscarles una escuela y llevándoles al médico; además, solían pasar los fines de semana y vacaciones con nosotros.

En segundo lugar, el padre Francisco nos pidió cuidar a una anciana que tenía tres nietos jovencísimos que dependían de ella. Le ayudamos a limpiar su casa y le dábamos de comer, comida proveniente de familiares y amigos. Fue aquí, ayudando a los demás con mi grupo de la parroquia, que comencé a sentir que había encontrado un grupo de personas con quienes podía hacer cosas que significaban algo para mí.

Cuando en 1988, el padre P. Francisco y algunos de los jóvenes del grupo de la parroquia decidieron irse como misioneros a Turkana en el norte de Kenia, pensé que iba a perder a este grupo de personas con el que me sentía identificada. No podía quedarme sin hacer nada. Tomar una decisión fue difícil pero finalmente decidí dejarlo todo atrás para unirme a ese pequeño grupo que más adelante sería la MCSPA. A través de ellos descubrí la llamada de Jesús y entendí que Él quería que le siguiera a través de estas personas.

Debido a una enfermedad crónica que tuve, la cual no tiene cura todavía, no pude ir a África durante mucho tiempo. Sin embargo, tuve la suerte de poder cuidar a Pau Bernabé, un niño Turkana con parálisis cerebral que vivió nueve años conmigo en España. Cuidar a Pau me ayudó a apreciar lo que tenía, apreciar lo que Dios nos da a cada uno de nosotros, perseverar en mi vocación y en el compromiso que había adquirido. Durante este periodo, hice mías las palabras de Santa Teresa de Jesús – “La paciencia todo lo alcanza” – con el deseo que  algún día sería capaz de volver a África.

Unos años después con el permiso de mi médico, pude vivir dos años Nairobi. Luego con otros miembros de la comunidad abrí una nueva misión en Méjico DF: establecimos un Centro Materno-infantil en el distrito del Ajusco y comenzamos a cuidar a los niños con el objetivo de aportarles una vida mejor. Estuve 10 años en Méjico.

Finalmente ahora, en Etiopia, me encuentro al cargo de una misión situada en sur-oeste del país, donde estaré hasta que Dios desee que me mueva a algún lugar que este más necesitado.

Espero que mientras me encuentre en Etiopía sea capaz de ver los frutos de nuestra presencia: niños y jóvenes que se nos acercan con la esperanza que un día decidirán dejar todo atrás para seguir a Cristo a través de nosotros.  Esto ya sucedió en Méjico donde conocimos algunas jóvenes mujeres que ahora son miembros de MCSPA y actualmente viven en Etiopía, algunas de ellas creían  a veces no ser capaces de ser misioneras como nosotras pero a través de nuestro ejemplo, plantamos una semilla en ellas que les hace ser mejores y les permite continuar hacia adelante.

Estaría mintiendo si dijera que ha sido un camino de rosas; también han existido momentos de decepción y desamparo. Por otra parte, el balance es definitivamente positivo: ha habido más momentos de felicidad que de tristeza, y he recibido más de lo que he dado.

De lo que estoy convencida es que Dios me llama pese a mi enfermedad crónica.

Me quiere viva: podría estar ahora mismo en los brazos de Jesús, disfrutando de su Reino, pero no lo estoy. Me quiere aquí, sirviéndole, para que con mi pequeña contribución pueda aliviar el sufrimiento de aquellos que ha puesto en mi camino.

Finalmente me gustaría agradecer a Dios por su llamada para que le siguiera a través del Padre Francisco y el resto de los miembros de la MCSPA. Me gustaría también agradecer a cada uno, desde el primero hasta el último, de aquellos que siguen aquí y de los que nos han dejado, porque cada uno de ellos ha tenido un enorme impacto en mi vida.

Rosa Murillo MCSPA

Así Me Buscó Dios: P. Manuel Hernández (Manolo)

28 octubre 2019 Publicado por Noticias, Testimonios 0 comentarios sobre “Así Me Buscó Dios: P. Manuel Hernández (Manolo)”

Los caminos de los que Dios se vale para llamarnos a seguirle son muy variados. La historia de la llamada vocacional de cada uno es única, peculiar y distinta de todas las demás.

En mi caso, cuando yo terminé los estudios de educación primaria mis padres eligieron el Seminario Menor en nuestra diócesis de Ciudad Rodrigo (España) para que continuara con mi educación secundaria y, si Dios me llamaba a ello, más

En el Seminario Menor recibí, durante cuatro años, una esmerada formación religiosa, académica y humana. Al acabar la secundaria decidí continuar con los estudios universitarios en Salamanca para así irme preparando para más tarde hacer frente a la difícil aventura de la vida. Mi etapa como estudiante en Salamanca pasó rápidamente y al cabo de tres años había completado los estudios de Técnico en Empresas y Actividades Turísticas y estaba dispuesto para comenzar la vida laboral.

De todos modos, al término de mis estudios en vez de empezar a trabajar de inmediato decidí marchar a Inglaterra a perfeccionar los conocimientos de inglés. Por un cúmulo de circunstancias ter- miné viviendo en St. Joseph College en Londres, casa central de la Sociedad Misionera de San José, conocida popularmente como Misioneros de Mill Hill. Lo que en un principio parecía iba a ser una etapa gris y monótona de mi vida se convirtió en una periodo muy importante, crucial. Mi vida iba a cambiar por completo y a tomar un nuevo rumbo, totalmente inesperado.

Por aquel entonces vivían y estudiaban en St. Joseph College dos seminaristas, hoy sacerdotes, de la Comunidad Misionera de San Pablo Apóstol, los padres Francisco Moro y Fernando Aguirre. En mis ratos libres comencé a acompañarles en sus diferentes apostolados como seminaristas y miembros de la Comunidad en Londres. Juntos visitamos infinidad de veces a la comunidad española de Fulham, participamos en retiros espirituales en la abadía benedictina de Ampleforth o les acompañé a dar charlas de animación misionera a diferentes parroquias donde eran invitados. Poco a poco fue renaciendo en mí la llama de la vocación, aunque yo siguiera afirmando que no tenía nada claro lo de ser sacerdote y menos aún misionero.

Fue a partir de mi primera visita a África con el Padre Francisco Andreo, a finales de 1991, cuando vi claramente que el lugar para seguir a Cristo era la Comunidad Misionera de San Pablo Apóstol y la forma era como sacerdote allí donde Dios me quisiera enviar.

Desde esa primera visita han pasado más de diez años, y yo sigo trabajando en África. Cuando miro hacia atrás y veo mis miedos y dudas iniciales me doy cuenta de que tenemos que tener más fe y confiar más en los caminos, a veces inverosímiles, por los que Dios nos invita a seguirle.

P. Manuel Hernández, MCSPA

 

 

Aprendiz en el Amor: David Escrich

27 octubre 2019 Publicado por Noticias, Testimonios 0 comentarios sobre “Aprendiz en el Amor: David Escrich”

Hace ya 25 años que mi vida está ligada a esta comunidad, 22 de ellos los he pasado en África, los últimos trece como sacerdote. No me es fácil mirar atrás e intentar sintetizar en unas líneas mi itinerario vocacional. No puedo decir que al principio yo fuera una persona muy religiosa, ni mucho menos. Fui descubriendo a Dios, poco a poco, a través de las evidencias, de una infinita sinfonía de personas, eventos, retos, alegrías y derrotas orquestadas por Dios.

Vengo de una familia humilde, que emigraron a Barcelona en busca de trabajo. A los dieciséis o diecisiete años pasé por una época de desencanto con lo que la sociedad tenía que ofrecer y solía soñar, en las tardes de lluvia otoñales, con cambiar el mundo con mis canciones. No es que tuvi- era muchas ni que se me diera bien la música, era más una aspiración que un hecho. Supongo que casi todo el mundo vive algo parecido a esa edad y que al final, la cruda realidad siempre acaba por imponerse. Antes de que nos demos cuenta, ya estamos sumergidos y arrastrados por una riada de imprescindibles eventos para nuestra supervivencia: estudiar, encontrar trabajo (en lo que sea) y no perderlo, las casi obligadas relaciones premaritales, conseguir un coche, una vivienda, formar una familia, los amigos, etc. La fiera acaba ahogándose en las turbulentas aguas de los deberes sociales y se lleva con ella todas esas quimeras, que terminan pasando a un segundo plano, olvidadas en el cajón de las agradables e ingenuas ilusiones adolescentes. Pues bien, podríamos decir que yo tuve la suerte de encontrarme en mi camino a ciertas personas, como Ángel, Lourdes, Paco, etc., que me tendieron la mano y me sacaron de esas torrenciales aguas, abriéndome la verja de un mundo nuevo donde no tuve que canjear mis sueños por un plato de lentejas. Dios se cruzó en mi vida y me puso en bandeja una forma real de materializar mis utópicas inquietudes.
 Lo primero que me cautivó fue la vida en comunidad. Me gustó tanto que me quedé. En nuestras sociedades occidentales la amistad ha sido relegada a un segundo plano, por debajo de las relaciones de pareja. Nos es difícil aceptar como válido cualquier tipo de amor (fuera del círculo familiar) que no sea sexual. Aprender a vivir la amistad como una forma plena de amar me hizo redescubrir las palabras y acciones de Jesús, que cobraron sentido y vida.

El Evangelio se convirtió para mi en un mapa interactivo y real del día a día:“(…) y pondrá las ovejas a su derecha, y los cabritos a su izquierda. Entonces el Rey dirá a los de su derecha: Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino pre- parado para vosotros desde la fundación del mundo. Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; fui forastero, y me recogisteis; estuve desnudo, y me cubristeis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a mí. (…) Y respondiendo el Rey, les dirá: De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis (…).” (Mt 25:31-46) .

Y el siguiente paso lógico a seguir fue poner en práctica el no ser indiferente al sufrimiento ajeno. Esto fue lo que me impulsó a ir a las misiones de Kenia a ayudar.

Dios se cruzó en mi vida y me puso en bandeja una forma real de materializar mis utópicas inquietudes.

En los años que estuve en Kenia, el amor, la caridad, la compasión y la generosidad por el que sufre me llevaron a descubrir a Cristo y mi vocación a seguirlo, a ser oveja.
Todo esto, puesto así, suena muy idílico, nada más lejos de la realidad. En palabras de Leonard Cohen, el amor no es una marcha victoriosa, es un frío y roto aleluya. No es nada fácil salir de uno mismo y anteponer las necesidades de otros a las nuestras. Abandonar las comodidades, rutinas, planes y seguridades que uno tiende a crearse y ponerlo todo en función de un desconocido que viene a tu puerta es una tarea ardua, suele ser molesto, pesado, engorroso y costoso, no sale automáticamente, necesitas que alguien te ayude, corrija y exhorte. Gracias a personas como Paco experimenté que a veces nosotros mismos limitamos la realidad, y que lo que pensamos imposible no lo es, que Dios es un factor a tener en cuenta. Nos da miedo morirnos a nosotros mismos, sacrificarnos por otros, cada sacrificio es una pequeña muerte en la cruz y eso nos asusta. Pero, aunque parezca una contradicción, después de la cruz hay vida, es precisa- mente cuando uno se pierde en hacer felices a los demás, que uno encuentra la verdadera felicidad, uno experimenta la resurrección (cf Mt 16:24-26).

Fue a través de Paco que descubrí mi vocación sacerdotal; que la Eucaristía no es otra cosa que la celebración de que Jesús sacrificó su vida por nosotros, que nos dio todo lo que tenía, su carne y su sangre, para alimentarnos, curarnos, liberarnos; y que es, al mismo tiempo, una invitación a imitarle. La Eucaristía es el sacramento del amor, de la caridad, de la generosidad, de la compasión, del sacrificio de dar comida al hambriento, agua al sediento, ropa al desnudo, hospitalidad al extranjero, visitar al enfermo o al prisionero, abrir los ojos al ciego, etc. La Eucaristía es pasar en nuestro día a día, a tiempo y destiempo, por la cruz y la resurrección de Cristo. Sigo recorriendo este camino de aprendiz en el amor. Es un viaje sin fin, cada tramo es diferente, imprevisible y nunca deja de sorprendente. Si tuviera que quedarme con un texto que definiera todo esto elegiría este de nuestro santo patrón, el Apóstol Pablo:
 “Si hablo en lenguas humanas y angelicales, pero no tengo amor, no soy más que un metal que resuena o un platillo que hace ruido. Si tengo el don de profecía y entiendo todos los *misterios y poseo todo conocimiento, y si tengo una fe que logra trasladar montañas, pero me falta el amor, no soy nada. Si reparto entre los pobres todo lo que poseo, y si entrego mi cuerpo para que lo consuman las llamas, pero no tengo amor, nada gano con eso … Ahora, pues, permanecen estas tres virtudes: la fe, la esperanza y el amor. Pero la más excelente de ellas es el amor.” (1Cor 13:1-13)

David Escrich, MCSPA

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Una Vocación Movida – Eleni Tsegaw

26 octubre 2019 Publicado por Noticias, Testimonios 0 comentarios sobre “Una Vocación Movida – Eleni Tsegaw”

Eleni Tsegaw, como miembro de la Comunidad Misionera de San Pablo Apóstol, narra su vocación que surgió de salir de su país natal, Etiopía y las alegrías que han llenado su vida como misionera.

Acababa de terminar mis estudios de secundaria y estaba planteándome qué hacer con mi vida, si continuar estudiando en la universidad o tal vez trabajar. Me encontraba en este debate, cuando conocí por primera vez a Cecilia Puig de la Comunidad Misionera de San Pablo Apóstol (MCSPA). Ella llevaba un año en Etiopia desarrollando proyectos para la gente más necesitada en el Valle de Angar Guten. Me parecía muy interesante lo que hacía, me preguntaba por qué lo hacía, y qué la movía a venir desde tan lejos a ayudar a gente que no conocía de nada, con la que no tenia  ningún vínculo … Pero todas estas preguntas las guardaba en mi corazón porque no hablaba inglés y Cecilia no hablaba amárico.

Cecilia me propuso que estudiara inglés para poder comunicarnos y explicarme todas las cosas que tenían en mente para desarrollar en Etiopia, así que estuve seis meses estudiando para tener una base y poder hablar. Una vez que terminé, viajé a Angar Guten para ver lo que allí hacían y tenían. Quedé muy impresionada por el trabajo que realizaban, tenían un dispensario y varios puntos de atención con la clínica móvil.

Guten era un pueblo pequeño, sin electricidad, sin agua y sin muchas cosas. En el Valle de Angar Guten en un principio habitaban los Oromos y los Gumuz, pero con la hambruna de los ochentas, el gobierno etíope trajo otras tribus del Norte de Etiopia, como los Amhara y los Tigray. Esto hacía del valle un lugar muy especial para trabajar, pues había que responder a las necesidades de cada una de las tribus. Con Cecilia solíamos caminar por las tardes y era usual que muchos niños nos siguieran por el camino. Ella me propuso que porque no hacíamos algo por ellos, pues no iban a las guarderías porque no existían y sólo unos pocos podían ir a la escuela primaria.

Yo en un principio vi claro que había que hacer algo por esos niños, que les hacía falta de todo, pero mi intención era estar por un periodo corto, y luego volver a Addis a estudiar y seguir con mi vida. Pero Dios tenía otro plan para mí y era que le siguiera, no por un tiempo, sino para toda la vida; cosa que no entendí en el primer momento.

Ese viaje fue muy especial, porque conocí de primera mano cómo eran otras partes de mi país que desconocía. Así que volví a Addis Abeba a estudiar puericultura, y durante este tiempo no paraba de pensar en los niños de Angar Guten. Una vez termine las clases volví con Cecilia y montamos allí una guardería, ¡la primera guardería! Que de hecho es más un Centro de Vida que una guardería,  porque todos tienen cabida, niños, madres, hermanos mayores, etc. incluso habían niños musulmanes, todos tienen un lugar allí.

Fuimos realizando varias actividades para los niños y las madres; y poco a poco me fui involucrando cada vez más, casi sin darme cuenta ya se me había olvidado la idea de volver a casa en Addis Abeba para seguir con mi vida; pues mi vida ahora era este lugar, esta gente, era Cecilia, era Paco, eran todos los de la MCSPA.

Una de las tantas visitas de Paco a Etiopia, marcó mucho lo que hoy es mi vida; esa vez me dijo que era necesario salir de mi país, por lo menos unos veinte años – cosa que yo pensé que era broma – y también me dijo que nadie era profeta en su tierra. Hoy entiendo que era una forma de abrirme los ojos, que él veía en mí la posibilidad de volar, de volar como un águila y ser libre para hacer el bien.

En ese momento me fue muy difícil entender la profundidad de este mensaje, hoy veo que era la Providencia, la mano de Dios que me invitaba a ser parte de una iglesia universal, me invitaba a un plan más amplio, más rico, más complejo.

A causa de esa salida de mi país tuve la oportunidad de viajar a Bolivia y estar más de un año, tanto en Santa Cruz de la Sierra como en Cochabamba. Allí teníamos trabajo con los niños y diferentes programas de desarrollo; en Colombia estuve en la Calera a las afueras de Bogotá trabajando en el desarrollo materno infantil. Luego me fui a vivir a Alemania con un grupo de mujeres de nuestra Comunidad, todas africanas; fueron años duros al principio por la lengua, por el clima y por la cultura, pero poco a poco eso tan duro se convirtió en un regalo para nuestras vidas, pues aprendimos a movernos por el mundo, encontramos amigos formidables que aun hoy están presentes en nuestra vida y nos siguen apoyando.

Durante estos años en Alemania, en Paderborn, nunca estuvimos solas, siempre iban a visitarnos alguno de la Comunidad como Paco. Siempre nos daban ánimo para seguir. En estos años no paramos de dar charlas sobre África en parroquias, colegios y diferentes grupos.

En cada charla me daba cuenta de lo mucho que anhelaba volver a Kenia o Etiopia, y se hacía más fuerte mi vocación. Y también me daba cuenta que cuando explicas otra visión de África la gente se enamora y quiere colaborar, pues en África no todo son desgracias como a veces lo muestran los medios, es un continente lleno de alegría y con gentes con un potencial enorme, que sólo están esperando que alguien les eche una mano.

Luego me fue a vivir a México, nuevamente a empezar de cero – siempre los inicios me han costado mucho; tenía que hablar español, nuevos amigos, nueva casa, nueva gente. Pero con la ayuda de Lourdes, Rosa y de las demás mujeres de la Comunidad, todo se hizo más fácil y fueron años en los que aprendí mucho. Trabajábamos en el barrio del Ajusco, que estaba a las afueras de la Ciudad de México. Allí el trabajo era con familias que habían migrado de otras partes de México y llegaban casi con lo puesto, a buscar oportunidades en la gran capital.

Nuestro foco de interés siempre han sido los niños porque son los más vulnerables, por eso teníamos una guardería que al cabo de unos años se convirtió en el Centro Materno Infantil San José. A mí me impresionó como pidiendo ayuda en el mismo país la gente respondía de forma positiva y nunca nos faltó apoyo en ese sentido; tanto la Central de Abastos como algunas empresas privadas nos donaban sus productos para el buen funcionamiento del Centro San José.

Pero aquí no termina la historia, después de estar ya acostumbrada a México, a sus gentes, volví a salir pero esta vez hacia a África, a Kenia, a Turkana. Y la historia vuelve a comenzar: nueva lengua, casa, gente …

Si miro atrás, sólo puedo decir que mi vida ha sido una bendición, pues han sido años moviéndome de un lugar a otro y sólo puedo decir que he cosechado muchas alegrías. Hoy quiero dar gracias a todos y especialmente a Cecilia porque despertó mi vocación y me ayudo a ser fuerte y seguir a Cristo, a Paco que me impulso a salir de mi país y me enseño que podía moverme en cualquier lado, ser una persona universal, vivir en cualquier lugar, con diferentes personas y sentir que cada lugar es mi casa, mi hogar.

Hoy entiendo mi vocación como una pequeña semilla que puso Dios en mi corazón, que yo misma no sabía que existía hasta que conocí a Cecilia y la despertó, luego vinieron otros como Paco, Lourdes, Escolástica y muchos otros que me han ayudado en este camino, que me han ayudado a ser fuerte, humilde, paciente, exigente, tantas cosas, que me faltarían hojas para poder describir lo mucho que cada uno ha aportado en mi vida. Quisiera invitar a tantas personas jóvenes que vienen a visitarnos a las misiones a que den el siguiente paso, el paso de quedarse para siempre y vivir una vida plena sirviendo a otros, porque yo descubrí que este es el camino a la felicidad.

Eleni Tsegaw MCSPA

El PODER DE LA VISITACIÓN.

5 junio 2019 Publicado por Noticias 0 comentarios sobre “El PODER DE LA VISITACIÓN.”

El pasado día 30 de mayo, día de la Fiesta de la Visitación de la Virgen a Isabel, un grupo de campesinos de los poblados de Arkiso y Gore Ketema en el altiplano etíope visitaron el poblado de Jebene, donde la MCSPA está presente desde 2014.

Con gran expectación los campesinos caminaron hasta el Centro materno Infantil San José donde dos vehículos les esperaban para desplazarse a Jebene, a 20 km de distancia por caminos de piedra y tierra. En Jebene la MCSPA empezó en 2014 excavando pozos manuales y organizando cursos de agricultura de huertos familiares a petición de hombres y mujeres, que, viendo el huerto del Centro Materno Infantil en Muketuri se interesaron en producir alimento en la época seca . Desde entonces 70 campesinos, hombres y mujeres han tomado el curso, y, en 2016 se perforó un pozo a 60 metros de profundidad para dar agua a las familias, y, más tarde instalar un bomba solar y riego por goteo a una parcela de 1.000 m2. En este proyecto han participado la Fundación Emalaikat, Arcadia Motions Pictures, la Universidad Autónoma de Madrid  y la Fundacíon Harena.

El secreto del bueno funcionamiento de  esta comunidad es la presencia de un hombre extraordinario, Tibabew, que significa “sabiduría”, dueño de la tierra donde se realiza el proyecto. Un hombre reconocido por todos como “un buen hombre”. En 2018 él mismo ofreció donar más tierra para que más campesinos pudieran disfrutar del riego por goteo, donde se producen cebollas, calabacines, coles, espinacas, zanahorias, remolachas, durante todo el año. Esto supone un cambio enorme en una sociedad en la que sólo se producían cereales en la época de lluvia, tres meses al año. Ahora disfrutan de 3 cosechas al año, que comparten entre las familias del lugar, para su consumo, y han empezado a vender verduras en los mercados locales aledaños.

Además,  en 2018 se puso en marcha un comedor para niños menores de7 años y mujeres en embarazadas, para poco a poco, contribuir a un crecimiento con una nutrición apropiada.

Los hombres y mujeres de Arkiso y Gore Ketema, donde se ha empezado el mismo proyecto pudieron ver los resultados de un comunidad bien organizada y solidaria.

Tibebew estaba orgulloso de poder explicar cómo comparten las verduras producidas y como él mismo, cada mañana va al huerto y cosecha para el comedor.

Fue un encuentro lleno de optimismo y esperanza,  pero también un gran reto para los visitantes. Todos se alegraron de ver el fruto del esfuerzo y compartieron su lucha por mejorar su situación y la de sus hijos. ¡Cómo María e Isabel en el Evangelio!

Las mujeres de Jebene prepararon comida para todos, mataron una oveja, y se compartieron los panes que los visitantes trajeron desde sus poblados.

No pudo faltar la ceremonia del café, donde lideres de cada lugar dieron las gracias por el encuentro.

Se conocieron, compartieron experiencias, se animaron: se visitaron.

Muchos expresaron su deseo de repetir la expriecia, y que los campesinos se visiten entre las diferentes comunidades.

Si es posbile en Jebene, lo será en Arkiso y en Gore Ketema!!! Y, esperemos que en muchos más poblados!

Lourdes Larruy – MCSPA

 

 

 

 

TESTIMONIO DE EMILIANO HERNÁNDEZ URRUTIA –

28 febrero 2019 Publicado por Noticias, Testimonios 0 comentarios sobre “TESTIMONIO DE EMILIANO HERNÁNDEZ URRUTIA –”

Queridos amigos y benefactores;

Voy a intentar resumiros mi historia, apenas unas palabras que no pueden expresar todo lo vivido, pero que espero os ayuden a acercaros conmigo a este trocito de Africa donde nuestra ayuda es tan necesaria.

2009: MI PRIMER VERANO EN TURKANA.

Empecé este proyecto como un joven estudiante, hace 10 años, cuando fui por primera vez a Turkana invitado por los misioneros de la MCSPA.

Ese verano marcó mi destino y descubrí mi vocación de enfermero.

Unido a otros jóvenes, “los jóvenes Lobur”, empezamos este proyecto.

Lo que empezamos unos pocos jóvenes un verano del 2009, con un presupuesto de apenas 1500€ para comprar medicinas básicas y administrarlas desde los centros materno-infantiles de la Comunidad Misionera de San Pablo Apóstol, con el tiempo ha evolucionado hacia un proyecto de salud de referencia en esta zona remota de Turkana.

Echando la vista atrás, me emociona ver que pese a las dificultades que podéis imaginar, los Turkana siguen su camino adelante, progresan poco a poco, aunque en nuestra cultura y sentido de la eficiencia a veces nos desesperamos.

2012: GRAN DECISIÓN, SOMOS ENFERMEROS. ¡NOS VAMOS A TURKANA!

Como os contaba, ese verano del 2009 fue la semilla para tomar una gran decisión años más tarde con mi mujer Teresa, entonces mi novia.

En el 2012 decidimos pasar un año y medio en Turkana como enfermeros recién licenciados e impulsar la clínica móvil, aunque en los comienzos era una moto-móvil la que nos transportaba a los poblados, pero no tardamos mucho en recibir vuestro apoyo y nos donaron el coche para ser formalmente una Clínica móvil.

Muchos son los cambios acontecidos, como sabéis los que nos seguís a través de los boletines.

Otros jóvenes enfermeros nos han relevado, hasta que volvimos en el 2018 a vivir otro año Teresa y yo con nuestro hijo de un año, José. Mientras con el grupo de jóvenes Lobur y otros profesionales desde España hemos ayudado a que la Clínica se consolide y crezca.

2018: VOLVEMOS TERESA Y YO CON NUESTRO HIJO JOSÉ

Este año 2018, ha sido un reencuentro con Turkana y con la clínica móvil que se ha consolidado en un proyecto de salud más amplio, con nuevos retos, logros y dificultades.

Hemos vuelto desde un momento vital distinto, ya no somos esos jóvenes soñadores abriendo el camino con una vieja moto, esta vez lo hemos vivido desde una experiencia familiar, dejando nuestras seguridades en España y adaptándonos a una nueva Turkana, pues son muchos los cambios acontecidos desde nuestros comienzos en el 2012.

Cambios que quizás a ojos de los que estáis en España no son perceptibles o tampoco son apreciables por muchos Turkana que luchan cada día por su supervivencia.

A pesar de ser una asistencia a la salud en una inmensa zona donde no hay apenas nada, a pesar de todas las trabas burocráticas con el gobierno que hay que salvar y todos los peros y dificultades, creo que esta semilla que plantamos juntos en el 2012 ya da sus frutos, frutos que crecerán con nuestra perseverancia y unión, para lograr que, en uno de los lugares más olvidados del planeta, los Turkana tengan algún día la asistencia básica que cualquier ser humano necesita.

NOTICIAS DE ESTE AÑO.

Esta zona de Kenya está empezando a tener más personal y medios en sus dispensarios.

Los MOH, jefe médico de cada condado, controla un presupuesto adscrito a su zona y en gran medida lo implementan bien.

Como podéis imaginar es una mejoría y es esperanzador que se hagan presentes, pero queda mucho que hacer y Turkana sigue siendo un lugar muy aislado y de una pobreza y hambruna que no podemos ignorar.Estamos trabajando para integrarnos en el programa de salud del gobierno y que algún día nuestra labor quede en manos de los locales.

A pesar de todas las dificultades no olvidamos que lo que empezamos Teresa y yo con los años ya es un programa de salud con un equipo de dos españoles y dos kenianos y asistentes y empleados Turkana, algo que en el 2012 ni imaginábamos.

LA EMERGENCY ROOM EN LA MISION, ¡UNA MARAVILLA!

Este año por los avatares y dificultades del clima, tres meses de lluvia que hacían inaccesibles los caminos y por la acción del gobierno, hemos estado trabajando mas desde la Emergency room.

Sé que ha sido un quebradero de cabeza y sobretodo un esfuerzo económico, pero ¡qué bien se trabaja, qué cambio, qué orden y sobretodo qué nivel de atención más bueno!

En la Emergency Room, o “futuro dispensario”, no hemos parado de atender emergencias, muchas de ellas bastante graves, otras llenas de vida, pues todos los partos de la zona y ecografías suceden aquí, ¡¡¡que maravilla!!

También hay que destacar el conocido caso de Asibitar, una bebé con cáncer que ha recibido una asistencia especial, que vive gracias al nunca desmedido esfuerzo de los benefactores y de nuestro equipo, especialmente Teresa Y Josephine.

De nuevo somos la referencia en la zona igual que lo fuimos con la clínica móvil, seguimos abriendo pequeños caminos para el futuro de la salud en Turkana.

NUEVO LABORATORIO EN LA EMERGENCY

Gracias al apoyo de la universidad de Alcalá de Henares y su programa de Cooperación, hemos recibido a Cristina, especializada en microbiología y parasitología que, con Martín, también enfermero de nuestra clínica móvil en el pasado, han montado este laboratorio.

Seguimos en contacto con la Universidad para continuar con esta labor, donde para empezar en su primera estancia, Martin y Cristina han detectado un tipo de malaria que no consideraban en la zona.

¡HASTA SIEMPRE!

Ha llegado el final de nuestra estancia en Turkana y hemos pasado el testigo de nuevo por unos meses a Paula, también enfermera de la Clínica en el pasado y repetidora estos meses de transición.

Muy pronto Paula nos mandará noticias y nos presentará a Iona, médico de Tenerife que viene un año a trabajar a la Clínica y ahora también Emergency room.

Hasta aquí os puedo contar.

Seguiremos apoyando desde donde estemos este precioso proyecto que crece con nosotros y que da esperanza a aquellos que como Asibitar sobrevive a su enfermedad, proyecto que da consuelo a madres que recorren kilómetros con un hijo moribundo, da Paz a aquellos que están muriendo en nuestras manos y donde nuestra asistencia es siempre alivio para los que sufren.

Mi mujer Teresa, mi hijo José y yo ahora tomamos otro camino, volvemos a España llevando a Turkana siempre en el corazón.

Volvemos profundamente agradecidos a los Misioneros, amigos con los que hemos aprendido tantas cosas y seguiremos aprendiendo y creciendo con ese espíritu tan fuerte que entrega la vida a los demás, a nuestros compañeros-as, con quienes hemos creado una unión más allá de la profesional, a Mamen por su paciencia, a nuestra familia turkanera, los “Jóvenes Lobur”

y a vosotros queridos benefactores que lo hacéis posible.

EMILIANO HERNANDEZ URRUTIA

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