Posts tagged "comunidad misionera de san pablo apostol"

Un Camino Nuevo

20 julio 2017 Publicado por Testimonios 0 comentarios sobre “Un Camino Nuevo”

​Tras casi una semana de aventuras, nuevas experiencias, relax, desconexión y felicidad he reflexionado acerca de multiples cosas. En primer lugar me he dado cuenta de lo afortunada que soy no sólo por poder viajar, tener privilegios y caprichos sino simplemente por tener cosas tan básicas como un vaso de leche para desayunar o una cama donde dormir. Lo mas sorprendente es que la gente de aqui, la gente de Turkana, los niños del colegio, son felices con lo que tienen lo cual es de valorar.
Por otro lado, siendo sincera tengo que añadir que estas pequeñas “vacaciones” han fortalecido mis ganas de compartir con los demás y mi fuerza interior. Al estar rodeada de gente con tantísimo talento y voluntad te das cuenta de que lo que puedes aportar es mucho  más de lo que normalmente estas acostumbrada a aportar. Gracias a esta comunidad, la Comunidad Misionera de San Pablo (MCSPA) y sobretodo gracias a mi madre, Belén Madrazo, he podido experimentar en estos días mucho más de lo que me esperaba. En fin, espero haber aportado mi granito de arena al igual que el resto de mi grupo. Ojalá todo el mundo en la medida de lo posible dedique parte de su tiempo, esfuerzo, y dinero para esta maravillosa gente por que es necesario.

Viva África, Viva Turkana y Viva la MCSPA!

Belén Bolea Madrazo

30 años en Turkana!

23 junio 2017 Publicado por Noticias 0 comentarios sobre “30 años en Turkana!”

Hoy 23 de junio de 2017 se cumplen 30 años de la llegada de los primeros miembros de la MCSPA a quedarse definitivamente en Turkana. Era la víspera de San Juan y a pesar de la precariedad de la situación lo celebramos lo mejor posible. Llegamos a una casa vacía y con lo que habíamos podido cargar en un coche prestado. ¡Cuántas cosas han ocurrido desde entonces! Desde el pequeño dispensario que ya existía han crecido largas ramas que nos han llevado hasta la frontera con Etiopía y Sudán del Sur cubriendo con nuestra presencia y trabajo una parte importante del norte de Turkana: salud, agua, nutrición, educación, agricultura…… También desde Turkana, cuna de la Humanidad, salimos al mundo entero, América, Europa, Asía a seguir sembrando esperanza y dando a conocer África a los que no la conocen para promover la solidaridad entre todos los pueblos, al estilo de San Pablo.

Lo más interesantes es que los niños de entonces son ahora adultos, con sus propias familias, creciendo y mejorando sus vidas y las de sus familias. El desarrollo integral de la persona ha sido y sigue siendo nuestro objetivo primordial incluyendo la evangelización, mostrando al mundo a Jesús que es el Camino, la Verdad y la Vida plena para todos. Como decía Mons. John Mahon, primer obispo de Lodwar (Turkana) nuestra misión es liberar a todos los oprimidos por el hambre, la ignorancia y la falta de posibilidades.

Damos gracias a Dios por habernos traído al desierto, lugar de prueba y a la vez de maravilloso encuentro con el Creador al contemplar tanta belleza y al ser humano en su estado más puro, más sencillo. Nos encomendamos a María, Madre de la Iglesia, para que nos siga acompañando en este camino hasta el final.

Cecilia Puig, MCSPA

Assun, Paco y Cecilia, junto con Stephen Marin y personal del dispensario y madres.

Centro de Esperanza

16 junio 2017 Publicado por Noticias 0 comentarios sobre “Centro de Esperanza”

Ayer inauguramos y bendecimos el nuevo Centro Materno-infatil de San Lorenzo Ruiz en Nakorukoru, uno de los poblados de la Misión Nariokotome. El centro acoje a 80 niños de nivel preescolar que reciben una educación y una dieta adecuada. Está situado cerca de un pozo que ya fue perforado por la Comunidad Misionera de San Pablo Apóstol para la gente de la zona. Este pozo permitirá enseñar a las madres agricultura para así poder alimentar mejor a sus familias. Además, el centro servirá como punto de encuentro con las familias, donde podrán aprender y compartir muchas cosas nuevas junto con los misioneros. Nos gustaría extender nuestro agradecimiento a todos los que han hecho este sueño una realidad. Gracias a todos los que participaron en la celebración: Los padres Antonio y Francis, Patrizia, Escolastica, Lenny y todos los visitantes de Singapur.

Lenny Jillo MCSPA

 

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Mi Lugar en el Mundo

12 junio 2017 Publicado por Testimonios 0 comentarios sobre “Mi Lugar en el Mundo”

Si tuviese que describir mi estancia en Muketuri (Etiopía) en una única palabra sería felicidad.

Conocí Muketuri y a las misioneras de la Comunidad de San Pablo Apóstol, el 15 de enero. Llegaba al país con cierto miedo, miedo a lo desconocido, a no encajar con la gente, y lo que he encontrado ha sido amor sin límites.

Soy dietista-nutricionista por la universidad de Valencia (España), viajé a Etiopía junto con una compañera de universidad para comenzar un proyecto sobre nutrición enfocado a mujeres embarazadas y lactantes y niños.

Durante este mes he trabajado duro al lado de muchísima gente (mujeres, niños, jóvenes, ancianos, de distintos lugares del mundo), he crecido mucho profesionalmente, pero sobre todo personalmente.

Todo este tiempo he podido vivir personalmente la providencia, como el amor y la donación a los demás tiene la fuerza necesaria para mover montañas. En Muketuri no existen dos días iguales, y todos los días se palpan los milagros. He visto en las misioneras y todo el personal que trabaja con ellas todas las obras de misericordia cumplidas, y esto me anima a querer vivir de otra manera.

Llevo una semana en Valencia y cuento los días que me faltan para volver a Muketuri, donde todo huele a injera fermentada.

Como dice Paco Moreno, a quién tuve la gran suerte de conocer, cada uno debe encontrar su lugar en el mundo

Raquel Moret.

Mi Lugar en el Mundo

12 junio 2017 Publicado por 0 comentarios sobre “Mi Lugar en el Mundo”

Si tuviese que describir mi estancia en Muketuri (Etiopía) en una única palabra sería felicidad. Conocí Muketuri y a las misioneras de la Comunidad de San Pablo Apóstol, el 15 de enero. Llegaba al país …

VOLUNTARIADO, UN MES EN ETIOPIA

11 junio 2017 Publicado por Testimonios 0 comentarios sobre “VOLUNTARIADO, UN MES EN ETIOPIA”

En un lugar donde el hambre es una característica común que supuestamente, a lo largo de la historia, ha ido adaptando el metabolismo y el ADN para que los etíopes puedan sobrevivir con muy poco o con casi nada de alimentos.

La base de la alimentación etíope es el teff (Eragrotis tef), Teff significa “lo que se lleva el viento” se necesitan unas 3000 semillas de este diminuto cereal para conseguir pesar un gramo.

Con la harina del teff, después de fermentada y amasada, se produce un pan llamado injera, alrededor de la injera sobrevive la población etíope. En el Merkato pregunte a una mujer que cocia injera ¿Qué si comía de ese pan todos los días? Y me contesto que “todos los días que podía”.

El hambre o la escasez de alimentos no es sólo lo que produce desnutrición y enfermedad en la población etíope, la falta de agua potable es otro grave problema que lleva a la falta de pautas higiénicas básicas y esta a la parasitosis, a las infecciones, problemas oculares, de oídos, a padecer enfermedades de la piel y picaduras de insectos que agravan más si cabe la salud de la población etíope, especialmente en las zonas rurales.

Dice la sabiduría popular que “Dios aprieta pero que no ahoga” quizás por eso ha enviado a una comunidad de misioneras laicas, las de San Pablo Apóstol. Estas mujeres fuertes y convencidas

de que en el mundo se pueden y deben cambiar las cosas que no sean justas o equitativas, llevan a cabo una misión que a primera vista parece una misión de titanes pero que viéndolas trabajar cada día comprendes por que no se apaga la luz de la esperanza.

Con verdadero ahínco cada mañana estas mujeres se entregan a la lucha para mejorar las condiciones de miles de personas de zonas rurales de Etiopia. Abren pozos, forman a los agricultores, les proporcionan semillas y crean huertos, instalan y organizan comedores, escuelas, facilitan el acceso a la sanidad y nos permiten a nosotros, los voluntarios llegar hasta ellos con nuestros conocimientos recién estrenados, con nuestros conocimientos de Universidad Europea, aplicamos dichos conocimientos para mejorar, en lo que cabe, a la comunidad rural etíope, pero también aprendemos de ellos, de los pobladores de estas tierras como Gimbichu e Igukura de estas aldeas nos hemos traído más de lo que hemos ayudado, mucho más de lo que hemos llevado, elegimos poner en terreno la práctica de lo aprendido junto con nuestro tiempo y nuestros ahorros para poder ser solidarios y compartir parte de la abundancia de la que disponemos en occidente, pero lo más grato y sorprendente es que estas buenas gentes nos han acogido como si hubiéramos nacido allí, y me pregunto, ¿Qué hubiera sido de nosotros si hubiéramos nacido allí?, hagámonos esta pregunta y pensemos como nos gustaría que nos trataran, pongámonos en su lugar, en el lugar de esa madre que pide ayuda porque su hijo de 9 meses tiene los pies zambos (equinovaros), pongámonos en el lugar del amor, de la igualdad, porque somos iguales y sentimos de igual manera aunque el haber nacido en distinto lugar nos haga creer que somos diferentes.

Ma Ascensión Olcina Simón 21/02/2017

Voluntariado, un mes en Etiopía

11 junio 2017 Publicado por 0 comentarios sobre “Voluntariado, un mes en Etiopía”

En un lugar donde el hambre es una característica común que supuestamente, a lo largo de la historia, ha ido adaptando el metabolismo y el ADN para que los etíopes puedan sobrevivir con muy poco …

Mirando al cielo

7 junio 2017 Publicado por Testimonios 0 comentarios sobre “Mirando al cielo”

Aquí en Etiopía muchos niños no tienen nombre, crecen sin identidad porque hay pocas posibilidades de que puedan sobrevivir. Nada más nacer, las madres cortan el pelo de sus bebés dejando un pequeño mechón en sus cabezas. De esta manera se aseguran que un ángel pueda sujetarlos y llevarlos volando hasta el cielo en el caso de fallecer.

Las cifras muestran esta realidad. Aproximadamente el 44% de los niños menores de cinco años sufren desnutrición severa en Etiopía, siendo ésta la principal causa de mortalidad infantil. Expuestos desde que nacen, los que sobreviven son registrados cuando alcanzan la edad de los 7 años. Hasta entonces se mantienen anónimos, porque nadie se atreve a pensar en su futuro. Son los Abush o Mimi, niños y niñas sin identidad. “La falta de alimentos es la principal causa de este problema”, asegura Blanca Beltrán, misionera de la Comunidad Misionera de San Pablo Apóstol. “La mayoría de los pequeños que asistimos en nuestros programas de desnutrición no tienen nombre. Sus madres no quieren darles uno porque no tienen fe en su esperanza de vida”.

Desde hace 23 años, esta Misión trabaja en el Valle de Angar Guten ofreciendo asistencia sanitaria, educación preescolar y talleres de agricultura a las distintas comunidades que habitan en la zona. Un trabajo de más de dos décadas en las que han conseguido poner en marcha una clínica, dos puestos de salud y tres guarderías que atienden y dan de comer a más de 400 niños de la región. “Todos nuestros proyectos están enfocados en torno a la nutrición”, comenta Blanca. “Nuestro principal objetivo es que la gente tenga comida en sus casas, que puedan abastecerse, diversificar sus cultivos y obtener excedente para poderlo vender”.

En un país en el que el 70% de la población vive en zonas rurales, la agricultura es la base de su sustento. No obstante, la mayoría de los terrenos están dedicados al cultivo de maíz y sorgo, insuficientes para una alimentación equilibrada. “El problema de la desnutrición es la falta de educación, la gente no relaciona la salud con la alimentación”, asegura esta misionera. “En nuestros talleres de agricultura ofrecemos también cursos de cocina, y abastecemos a los campesinos de semillas para que abran sus cultivos a nuevos alimentos como la soja, el cacahuete, las judías u otras verduras”.

 Talleres que en amárico han rebautizado como “escuelas de producción de comida” y que la Comunidad Misionera de San Pablo Apóstol pretende extender a otros poblados como Abo Sahshover y Abo Goyam, a pocos kilómetros de su misión de Andode, y en donde acaban de realizar una primera sesión de exploración. “En este primer contacto el trato personal es fundamental”, afirma Blanca. “Una a una visitamos las casas de la zona para poder presentarnos y conocer de primera mano el estado en el que viven cada una de estas familias: de dónde cogen el agua, qué cultivan, cuáles son sus necesidades…”.

 Pero la falta de recursos es una constante entre los campesinos del Valle de Guten y los niños sin nombre una realidad en su día a día. Es el caso de la pequeña de Enat Ayenew, una de las mujeres que habitan en la primera aldea que visitan en este recorrido. Se trata de un asentamiento formado por desplazados que han huido de la hambruna y de la sequía de la región de Wollo, una de las zonas más pobres de Etiopía. Un pueblo de agricultores que ha emigrado en sucesivas oleadas hasta el valle buscando tierras fértiles donde poder cultivar.

Una vez aquí, las cosas siguen sin ser fáciles. Los habitantes de esta comunidad tienen que caminar 6 km hasta el poblado más cercano para recoger agua y la zona no cuenta con ninguna asistencia sanitaria ni educación. “Además de conocer sus necesidades, realizar estas visitas nos permite también descubrir determinados casos de desnutrición severa en los que es necesario actuar”. Así fue, precisamente como encontraron a Salomón y sus hermanos, los hermanos de Salomón son gemelos y la madre no podía alimentar a los dos, cuando el más fuerte se enfermó la madre vino a pedirnos ayuda, así nos dimos cuenta de que estaba dejando morir al gemelito más débil, al ver que la madre no creía que con la soja que le dábamos para los bebés los dos podían vivir, la fuimos a ver a su casa, ahí encontramos a Salomón que con 7 años “Su situación era extrema”, recuerda Blanca, “pesaba en torno a 19 kilos, por lo que también tuvimos que incorporarle inmediatamente a nuestro programa de desnutrición”. Gracias a estos cuidados, los gemelos fueron ganando peso. Poco a poco consiguieron recuperarse y, una vez fuera de peligro, fue entonces cuando su familia decidió darles un nombre. “Ese es uno de los momentos más emocionantes de nuestro trabajo”, asegura esta misionera, “ahí es cuando sabes que una madre se ha liberado de todos sus miedos, cree en el futuro de su hijo y apuesta por la vida”. Con Salomón la recuperación ha sido más lenta, sube de peso poco a poco, pero es un niño muy fuerte y con ganas de vivir, tenemos la esperanza de que remontará tantos años de desnutrición severa, este niño se ha agarrado a la vida con todas sus fuerzas.

En su lucha por sobrevivir desde que nacen, la falta de identidad hace aún más vulnerables a los niños en Etiopía. Un país en el que los menores de cinco años tienen 30 veces más probabilidades de morir que en Europa occidental. Es entonces cuando un nombre se convierte en algo más que un atributo. Es un reconocimiento a la existencia, una oportunidad.

Escrito por Paloma López del Hierro.

Mirando al cielo

7 junio 2017 Publicado por 0 comentarios sobre “Mirando al cielo”

Aquí en Etiopía muchos niños no tienen nombre, crecen sin identidad porque hay pocas posibilidades de que puedan sobrevivir. Nada más nacer, las madres cortan el pelo de sus bebés dejando un pequeño mechón en …

Un gran corazón

1 junio 2017 Publicado por Testimonios 0 comentarios sobre “Un gran corazón”

Si tuviera que resumir mi experiencia en Andode con Blanca y sus compañeras, me vendría a la cabeza un gran corazón. Eso es lo que tienen todas estas personas que realizan esa magnífica labor en esta remota aldea de Etiopía. Me fascinó la pasión, tesón, paciencia y, principalmente, amor, que dedican para llevar a cabo su trabajo.

Cuando llegué allí no sabía muy bien qué iba a hacer, y eso me gustó, porque lo que vas a hacer ahí se define según la necesidad del momento: hicimos desde inscribir a los niños en la escuela en el comienzo del curso escolar, como preparar leche de soja para la merienda de ellos, como talar unos mangos enfermos según las indicaciones de una agrónoma alemana que estuvo hace poco con ellas en Andode.

Cada uno aporta lo que puede y sabe, ya que todos tenemos algo valioso que aportar, o así por lo menos nos lo hacen ver. Pero sin duda, lo que me quedó claro es que quién más ganó en este intercambio, fui yo. Recuerdo como celebramos el año nuevo etíope con la gente de Andode, saltando la hoguera, y como, sin tener grandes cosas, no dudaban en compartirlas con nosotros, invitándonos a comer injera en su casa. Como los niños de la aldea reconocieron con una gran sonrisa a Cris, Mónica, Belén y Noe, cuando las vieron, ya que habían ido el año anterior, y no querían separarse de ellas, jugando sin parar.

También recuerdo con especial cariño los desayunos con Blanca y sus compañeras de la misión en la casa de Andode, en estos desayunos en los que Blanca me explicaba todo el trabajo que hacían, sus expectativas, sus dificultades, y en definitiva, la esencia de su presencia ahí. De todo esto, sin duda lo que más me fascinó fue el reto que configura su misión principal: ir ahí donde nadie ha ido, a un terreno en el que falta de todo, y todo está por hacer, sitios en los que hay que partir de cero para poner algo en marcha, ya sean escuelas para dar de comer a los niños desnutridos, talleres de agricultura para mujeres en las que se les enseñan cómo cultivar alimentos para poder tener comida, la construcción de pozos de agua para combatir las estaciones secas… Todo ello sin intermediarios y sin burocracia que a veces alejan a la mayoría de las organizaciones benéficas u ONGs de su fin principal: que la ayuda llegue al terreno.

Esto fue lo que me convenció del todo para seguir colaborando con ellos desde Madrid, vendiendo artesanía etíope para recaudar fondos para los diferentes proyectos que tienen de ayuda para alimentar a bebés y niños desnutridos, enseñar a mujeres formación básica de higiene para evitar la propagación de enfermedades, conseguir vacunas y vacunar a tantas personas como puedan, la construcción de pozos de agua, gallineros, huertas, y principalmente, llevar su valor humano allá donde se necesita.

Muchas gracias por acogerme con vosotros el poquito tiempo que estuve, y dejarme formar parte de vuestro proyecto.

Ade Dópico

Verano de 2012

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