Posts tagged "mcspa"

Un gran corazón

1 junio 2017 Publicado por Testimonios 0 comentarios sobre “Un gran corazón”

Si tuviera que resumir mi experiencia en Andode con Blanca y sus compañeras, me vendría a la cabeza un gran corazón. Eso es lo que tienen todas estas personas que realizan esa magnífica labor en esta remota aldea de Etiopía. Me fascinó la pasión, tesón, paciencia y, principalmente, amor, que dedican para llevar a cabo su trabajo.

Cuando llegué allí no sabía muy bien qué iba a hacer, y eso me gustó, porque lo que vas a hacer ahí se define según la necesidad del momento: hicimos desde inscribir a los niños en la escuela en el comienzo del curso escolar, como preparar leche de soja para la merienda de ellos, como talar unos mangos enfermos según las indicaciones de una agrónoma alemana que estuvo hace poco con ellas en Andode.

Cada uno aporta lo que puede y sabe, ya que todos tenemos algo valioso que aportar, o así por lo menos nos lo hacen ver. Pero sin duda, lo que me quedó claro es que quién más ganó en este intercambio, fui yo. Recuerdo como celebramos el año nuevo etíope con la gente de Andode, saltando la hoguera, y como, sin tener grandes cosas, no dudaban en compartirlas con nosotros, invitándonos a comer injera en su casa. Como los niños de la aldea reconocieron con una gran sonrisa a Cris, Mónica, Belén y Noe, cuando las vieron, ya que habían ido el año anterior, y no querían separarse de ellas, jugando sin parar.

También recuerdo con especial cariño los desayunos con Blanca y sus compañeras de la misión en la casa de Andode, en estos desayunos en los que Blanca me explicaba todo el trabajo que hacían, sus expectativas, sus dificultades, y en definitiva, la esencia de su presencia ahí. De todo esto, sin duda lo que más me fascinó fue el reto que configura su misión principal: ir ahí donde nadie ha ido, a un terreno en el que falta de todo, y todo está por hacer, sitios en los que hay que partir de cero para poner algo en marcha, ya sean escuelas para dar de comer a los niños desnutridos, talleres de agricultura para mujeres en las que se les enseñan cómo cultivar alimentos para poder tener comida, la construcción de pozos de agua para combatir las estaciones secas… Todo ello sin intermediarios y sin burocracia que a veces alejan a la mayoría de las organizaciones benéficas u ONGs de su fin principal: que la ayuda llegue al terreno.

Esto fue lo que me convenció del todo para seguir colaborando con ellos desde Madrid, vendiendo artesanía etíope para recaudar fondos para los diferentes proyectos que tienen de ayuda para alimentar a bebés y niños desnutridos, enseñar a mujeres formación básica de higiene para evitar la propagación de enfermedades, conseguir vacunas y vacunar a tantas personas como puedan, la construcción de pozos de agua, gallineros, huertas, y principalmente, llevar su valor humano allá donde se necesita.

Muchas gracias por acogerme con vosotros el poquito tiempo que estuve, y dejarme formar parte de vuestro proyecto.

Ade Dópico

Verano de 2012

Un gran corazón

1 junio 2017 Publicado por 0 comentarios sobre “Un gran corazón”

Si tuviera que resumir mi experiencia en Andode con Blanca y sus compañeras, me vendría a la cabeza un gran corazón. Eso es lo que tienen todas estas personas que realizan esa magnífica labor en …

“Papá, Mamá me voy de voluntariado”.

27 mayo 2017 Publicado por Testimonios 0 comentarios sobre ““Papá, Mamá me voy de voluntariado”.”

Nunca pensé que la mejor experiencia de mi vida empezase con un “Papá, mamá me voy de voluntariado”.

Todo empezó con unas ganas, una ilusión, una idea, con la necesidad de aprovechar el tiempo. Algo que a simple vista parecía una locura transitoria acabó consolidada en un pueblecito llamado Andode. A día de hoy no sabría deciros que fue lo que me impulso a irme de voluntariado, es algo que todavía desconozco; pero si os podría decir los millones de motivos que tengo para volver.

La experiencia de voluntariado es muy personal y cada uno la vive de una manera muy distinta, pero todos los que vamos, vamos por algo y eso es lo que nos une. ¿Si no, cómo podrían convivir trece personas totalmente diferentes en una casa? Trece personalidades, trece formas de ser y una cosa en común: el tratar de aportar ideas y trabajar en equipo para hacer que Salomón coma, Daniel sonría o ver la felicidad de los niños por hacer unas manualidades.

A mí el voluntariado me ha enriquecido como persona, me ha enseñado a vivir de otra manera. Aprendes que hay que luchar por las cosas, que hay que ser persistente, que no hay que rendirse a la primera y que con muy poco se puede ser feliz. Cuando vuelves, valoras lo que tienes mucho más y eres capaz de discernir aquello que tiene verdadera importancia, de lo que no; que por muy difícil que parezcan las cosas tienen solución.

En Andode he visto conseguir lo imposible, lo inimaginable, a base de perseverancia, esfuerzo y cooperación.

No sé quién leerá esto, pero si tú estás como mi yo de hace dos años, pensando en hacer un voluntariado y no te acabas por decidir, hazlo, vivirás tu experiencia a tu manera, pero te puedo asegurar que merecerá la pena.

Por último, agradecer a las misioneras Blanca, Pepi y Lydiah todo el interés y disposición que han puesto para que esta experiencia sea irrepetible.

Beatriz Gómez Tapia

Verano 2016

“Papá, Mamá me voy de voluntariado”

27 mayo 2017 Publicado por 0 comentarios sobre ““Papá, Mamá me voy de voluntariado””

Nunca pensé que la mejor experiencia de mi vida empezase con un “Papá, mamá me voy de voluntariado”. Todo empezó con unas ganas, una ilusión, una idea, con la necesidad de aprovechar el tiempo. Algo …

Cuatro Veranos con las Misioneras

23 mayo 2017 Publicado por Testimonios 0 comentarios sobre “Cuatro Veranos con las Misioneras”

Es muy complicado, después de haber compartido cuatro veranos en Etiopia con las misioneras de la Comunidad Misionera de San Pablo Apóstol, tratar de aunar mis sentimientos en una hoja de papel.

Uno de los primeros sentimientos que tuve hace cuatro años tuvo lugar en Muketurri, recuerdo sentirme al borde del abismo de la inmensidad. Estaba en un pueblo a 80 km de la capital trabajando en “solo” dos centros. Cuánto de representativa era nuestra ayuda? Si a nuestro alrededor había miles de pueblos que también necesitaban de nuestras manos… Fue ahí cuando me aferré a lo que decía la Madre Teresa de Calcuta: una gota de agua parece insignificante, pero el mar seria menos mar sin esa gota de agua.

A partir de interiorizar esa frase todo cambió y empezamos a trabajar poniendo “toda la carne en el asador”, todas nuestras energías en actividades muy diferentes, ya fuesen pequeñas o grandes como: registrar a los niños de la escuela, proporcionar la leche a los niños desnutridos, hacer huertos, pintar escuelas, dar clases de ingles, cocinar para una multitud… Lo importante no es lo que hacemos sino con qué objetivo lo hacemos.

Lourdes me dijo una vez que cuanto más das sin recibir nada a cambio, más lleno te sientes… cuánta razón tenía, y qué bonito que me hayan ayudado a experimentarlo en primera persona.

Necesitamos ganas, y con ganas y corazón somos capaces de un gran cambio. Me gustaría compartir con vosotros un momento de los mil y uno que me llevo conmigo. Un día en Mizan Teferi, con motivo de la celebración de Santa Clara, fuimos con Sarai y Esther a un lugar que recibe este nombre, allí viven doce mujeres que tienen lepra con sus familias. A modo de celebración y para intentar paliar el sentimiento de aislamiento social que sufren por su enfermedad, decidimos cocinar arroz para los 50 que seríamos (ardua tarea para los que estamos acostumbrados a cocinar – cuando lo hacemos – para dos o tres personas). Cuando llegamos a Santa Clara y vimos tantísima gente, supusimos que no habría suficiente arroz para todos, y pronto Sarai dijo susurrando: si no hay suficiente, no comemos.

La comida sobró, repitió todo el que quiso hasta que no pudimos más. Cantamos, bailamos, compartimos nuestras mejores sonrisas esperando a cambio una sonrisa aún más grande… y la tuvimos!

Gracias.

En este proyecto he aprendido a llevar a la práctica la frase de “se el cambio que deseas ver en el mundo”. Ellas son capaces de transmitirnos la fe necesaria para creer en que podemos ser capaces de construir un mundo mejor, y lo hacen esforzándose de sol a sol hasta conseguirlo, que se que lo harán, porque ya lo están haciendo.

“La vida no la vemos como es, sino que la vemos como somos”. Gracias por haber compartido vuestra visión de la vida y por permitirme, como estoy haciendo ahora, compartirla yo también.

Sofía García-Ramos Fojón (Popy)

Cuatro Veranos con las Misioneras

23 mayo 2017 Publicado por 0 comentarios sobre “Cuatro Veranos con las Misioneras”

Es muy complicado, después de haber compartido cuatro veranos en Etiopia con las misioneras de la Comunidad Misionera de San Pablo Apóstol, tratar de aunar mis sentimientos en una hoja de papel. Uno de los …

Mi experiencia en Etiopía

20 mayo 2017 Publicado por 0 comentarios sobre “Mi experiencia en Etiopía”

Me gustaría poder contarles al detalle, el cómo surgió esta locura de amor, a la que nosotros empezamos a llamar “Proyecto Nyangatóm” sin saber que era así como lo llamaban los misioneros de la comunidad

Mi experiencia en Etiopía

20 mayo 2017 Publicado por Testimonios 0 comentarios sobre “Mi experiencia en Etiopía”

Cuando pensé por primera vez en ir a Etiopía sabía que iba a ser un viaje diferente a los demás y me invadía una mezcla de ilusión, miedo y curiosidad. Tenía claro que soy más de “acción” que de “queja”, así que me decidí a salir de mi zona de confort, conocer y vivir otras realidades y aportar mi pequeño granito de arena como voluntaria. Sentía la necesidad de comprender lo que las personas viven allí, poniéndome en sus “zapatos”, creo que es una buena forma de interiorizar y asimilar de verdad las situaciones que se viven en otros países donde no son tan privilegiados como nosotros somos. También sabía que iba a recibir mucho más de lo que iba a poder ofrecer y mi principal miedo era poder gestionar las emociones que iba a sentir. Con toda esa mezcla de sentimientos llegué a Muketuri, en Etiopía, para colaborar con la Comunidad Misionera de San Pablo Apóstol en su centro de nutrición y educación primaria para niños de entre 3 y 7 años. La primera vez que fui allí, en el verano de 2014 tenían más de 300 niños y el centro daba trabajo a más de 40 etíopes en distintos puestos, (profesoras, cuidadoras en el aula para niños con necesidades especiales, agricultores, vigilantes, cocineras, etc). En las ocasiones que he ido allí mi función ha sido principalmente impartir diversas formaciones a los trabajadores de los centros que la fundación tiene allí.

No sé por dónde empezar para explicar qué es lo que más me impactó de mis estancias en Etiopía. Seguramente lo que más me sorprendía cada día y me hacía estar en lo que yo llamaba “un estado de shock permanente” era descubrir la calma relajada con la que los héroes y heroínas que sobreviven allí aceptaban su suerte y decidían enfrentarla con una sonrisa resignada.

Vivir sin agua, con continuos cortes de luz, con menos de un dólar al día para mantener a tu familia, con escasez de comida, sin ropa de abrigo durante la época de lluvias cuando hace mucho frío y llueve continuamente, (la altitud es de 2.600 metros): eso forma parte de tu día a día si has nacido en Muketuri. Y desgraciadamente es la situación generalizada en gran parte del país.

Yo no podía aceptar que esa realidad estaba ocurriendo en un país en pleno siglo XXI. No podía acostumbrarme a la idea de que la esperanza de vida fueran 55 años y de que la mortalidad infantil fuese del 64‰ antes de los 5 años, de la enorme cantidad de niños desnutridos en sus primeros 3 años de vida, además de abandonos, abusos y malos tratos que muchos de ellos sufren.

Me di cuenta de que ser niño en Etiopía es muy difícil, pero sobrevivir siendo un niño con discapacidad es algo así como un milagro. Además, por si fuera poca la mala suerte en el reparto de la baraja cuando te toca la carta de la discapacidad vas a tener que enfrentarte con el rechazo del resto del poblado e, incluso, de tu familia, ya que se considera un “mal de ojo”, o, en el peor de los casos, que la familia lo merecía por sus pecados o acciones pasadas.

Además, cuando eres niño y tienes menos de cinco años lo tienes más difícil: todavía no puedes trabajar cuidando vacas o yendo a buscar agua, por lo que no puedes ayudar a la familia, y por tanto, vas a ser el último en comer: eres el menos “productivo”.

Pero toda moneda tiene dos caras. Y a mí me gusta “elegir”, además, ver siempre la parte positiva de cada una de las experiencias que vivo. Así, que, en este caso, también han sido muchos los aprendizajes y emociones positivas que me he traído de Etiopía.

He reflexionado sobre lo que tantas veces hablamos de desarrollar “fortalezas”, esas capacidades que nos hacen ser mejores en el trabajo o, en general, en la vida. ¡Qué diferente es el entorno en que estas personas viven y que hace que casi todos desarrollen grandes fortalezas para poder sobrevivir!

He admirado su fortaleza, su capacidad de adaptación al entorno, sin quejarse ni obsesionarse con lo que pasará dentro de un año, o dentro de un mes. Lo importante es el aquí y el ahora… ¿Quién sabe dónde estaremos mañana?

He admirado su capacidad de sonreír, de verdad, desde el corazón, no sólo con la boca, sino también con los ojos y con el alma. Es increíble el sentimiento de gratitud a la vida que tienen, simplemente por el hecho de “estar vivos”. ¿Hace falta algo más para poder vivir que “estar vivos”?

Me ha sorprendido su resiliencia y su aceptación, sin quejarse, sin malgastar energías en el victimismo, (y eso que todos tenían, a mi modo de ver, muchos motivos para poder hacerlo). Creo que ellos saben que emplear sus pocas energías en quejarse no va a hacer que su familia coma ese día o que sus niños se recuperen de la enfermedad, así que lo que hacen es simplemente… ¡aceptarlo y centrarse sólo en lo que está en sus manos!

He admirado también sus tremendas ganas de vivir, de disfrutar, es increíble la capacidad del ser humano para adaptarse a las situaciones más complicadas con un gran instinto de supervivencia. Y también admiro la capacidad de normalización de los niños, la espontaneidad para asimilar cualquier situación.

Siempre tengo la sensación de que he disfrutado de un gran privilegio en Etiopía, conociendo y aprendiendo de grandes maestros, que me han enseñado muchísimo y de que voy a intentar practicar todo lo que aprendí con su ejemplo.

Cada niño que he conocido ha sido para mí un gran maestro. Para mí los niños en África son los grandes héroes, merecen mi total admiración. Cada uno de ellos tiene detrás una tremenda historia que haría sonrojar al más estoico. Y una de las cosas que más me maravillan es que, a pesar de esas historias de abusos, abandonos, falta de cariño o de no tener cubiertas las necesidades más básicas que necesita un bebé o un niño, todos ellos conservan la sonrisa y te la regalan con tan sólo ver la tuya.

Me quedo con lo que he aprendido allí. Que no hay que gastar energía en lamentarse, sino en construir. Que lo importante es elegir qué vas a hacer con las cartas que te han tocado en la partida de la vida. Que lo mejor es dar las gracias por poder abrir los ojos un nuevo día y hacerlo al lado de personas que te sonríen. Que es mejor jugar y disfrutar hoy porque quizás mañana ya no estés aquí. Que hay que compartir lo que tienes, porque el bienestar de la comunidad es el tuyo. Que tu energía es mejor concentrarla en la vida, en el hoy, en este momento: es el único que tienes.

¡Gracias de corazón, maestros!

Noelia Bermudez

Coach Ejecutivo. . Zaragoza.

Desde el punto de vista médico

29 abril 2017 Publicado por 0 comentarios sobre “Desde el punto de vista médico”

Me gustaría poder contarles al detalle, el cómo surgió esta locura de amor, a la que nosotros empezamos a llamar “Proyecto Nyangatóm” sin saber que era así como lo llamaban los misioneros de la comunidad

Desde el punto de vista médico

29 abril 2017 Publicado por Testimonios 0 comentarios sobre “Desde el punto de vista médico”

Aterrizas en Madrid, bajas del avión y enfilas los pasillos y vestíbulos del aeropuerto. En seguida nos damos cuenta de que ya hemos abandonado la realidad de hace un par de días para volver a “nuestro” mundo. De vuelta en Madrid, sólo nos quedan palabras de agradecimiento y gratitud para expresar lo vivido durante el pasado mes de agosto en Andode.

Al llegar a Etiopía te ves envuelto en un ritmo de vida algo frenético en el que todo el mundo parece que vela sólo por sus propios intereses. El tráfico es caótico y las aceras (cuando las hay), están plagadas de contrasentidos que te hacen creer que estás en distintos países a la vez, vives situaciones completamente opuestas a cada paso que das: niños pidiendo limosna, estudiantes o trabajadores bien vestidos rumbo al trabajo, limpia botas y alguna persona tumbada que a veces crees que ya está descansando eternamente.

Cuando abandonamos la gran ciudad y llegamos a la misión nos sentimos desde el primer momento como en casa, integrados y arropados por misioneras, trabajadores, niños y el resto de voluntarios españoles que estaban en ese momento.

Hemos aprendido un montón, hemos descubierto un montón de rincones nuevos y hemos disfrutado de un mogollón de sonrisas que te dan la vida. Antes de salir de España ya sabíamos que íbamos a colaborar en todo tipo de proyectos, que iba a ser una experiencia muy enriquecedora como estudiante de medicina y fotógrafo que somos, pero cualquier expectativa se ha quedado corta.

Desde el punto de vista médico hemos visto enfermedades desconocidas hasta el momento para nosotros y que probablemente no vayamos a volver a ver en España (lamentablemente el mundo está mal repartido y mientras que en algunos sitios la problemática es la desnutrición, aquí es la obesidad). Hemos tratado con personas en su estado más vulnerable, las cuales a pesar de no poder ayudarlas siempre han respondido con la mejor de sus sonrisas.

Explicar en un texto todas las emociones que hemos sentido en estos días es casi imposible. Cocinar lentejas para dar de comer a Salomón y ver la felicidad con que se las come, el estar un ratito con Daniel ayudándole a que aprenda a andar y estimulándole, ayudar a pintar la guardería para que los niños empiecen el curso en unas aulas llenas de color, colaborar con los trabajadores en la creación de un huerto, de los canales, son hechos que parecen nimios. Pero cuando tienen como resultado que Salomón gane kilos, que Daniel mejore y que contribuyas a su felicidad, os aseguro que sólo por una de estas pequeñas cosas merece la pena haber tomado la decisión de realizar el voluntariado en Andode.

El hecho tan pequeñito de pasar una tarde jugando con las niñas a la comba, verlas reír, cantar, bailar, te hace olvidar un poco los problemas que podemos tener todos en nuestras vidas y pensar que si ellas con tan poco son felices ¿por qué nosotros no tenemos derecho a serlo con mucho más? En Andode hemos aprendido a relativizar todo mucho más y a partir de ahora será complicado encontrar una buena razón para poder quejarnos sin sentir que no debemos hacerlo.

Nos dejamos muchas cosas que no sabemos cómo expresar, pero tenemos claro que volvemos con más de lo que nos fuimos. Habremos aportado un granito de arena muy pequeño, pero sólo con una de las cientos de sonrisas que hemos recibido ya compensa. Un trocito de Andode estará ya siempre en nuestros corazones.

Andode – Valle de Angar Guten (1 -25 de agosto de 2016)

Elisa Casado y Francisco Marián.

 

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