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Día Mundial de los Niños

20 noviembre 2017 Publicado por Noticias 0 comentarios sobre “Día Mundial de los Niños”

Hoy se celebra el día mundial de los niños. En Etiopía, tanto como en la mayoría de países África, es un día muy importante ya que todavía falta mucho camino que recorrer para que los derechos de los niños sean realmente alcazados. Es importante también tener en cuenta que las niñas están en situación de desventaja en comparación con los niños. Es importante reconocer que las niñas también tienen derecho a estudiar, a formarse, a decidir lo que quieren ser en su vida y a decidir también con quien compartirla.

En Etiopía una niña es ama de casa, madre, hermana mayor, cocinera, responsable, portadora de agua y de tanta madera que solo distinguirás dos alambres que hacen de piernas trás una montaña de palos cargados a la espalda. Por ser niña lo harás descalza ya que el niño tendrá prioridad a la hora de conseguir zapatos, por ser niña un hombre te elegirá como mujer y nunca al revés. Por todas estas responsabilidades la posibilidad de ir a la escuela es casi inaccesible.

También nos enfrentamos a que para poder estudiar muchas niñas tienen que migrar a poblados más grandes y servir allí a una familia a cambio de alojamiento, esto provoca que dediquen más tiempo a servir que a poder estudiar, y a veces esta situación deriba en abusos de poder y/o sexuales, causando en niñas, por ejemplo: embarazos no deseados…

La sociedad etiope espera de ellas que sean complacientes, sumisas y cuidadoras, pero nosotras esperamos mucho más de ellas. Desde la Comunidad Misionera de San Pablo Apostol creemos en que las niñas el día de mañana darán forma al país. Un 93% de las niñas etíopes realizan la educación primaria pero más de la mitad por encima de los 15 años son analfabetas. Por espeluznantes datos como estos, construímos en 2016 una residencia pensada única y exclusivamente para que las niñas puedan continuar su formación secundaria sin tener que servir a otras familias. Desde la residencia Maite Iglesias queremos empoderar a las estudiantes, queremos que vean que son ellas el motor de la sociedad. A parte de vivienda, es un lugar de reunión, de compartir ideas, de lectura (ya que hay una biblioteca), de respeto, de trabajo, de colaboración…

Es verdad que en este país, cada vez más, las niñas empiezan a ir al colegio y las mujeres van entrando en el mercado laboral pero, cuando sales al campo, sigues viendo que prácticas como la mutilación genital femenina, o casamientos pactados no están erradicadas. Por eso nuestros esfuerzos y energías van dirigidas a pequeños pueblos para lograr que el día de mañana, nuestro trabajo deje de ser necesario, y sean ellas mismas las que se contagien a otras las ganas de cambiar el mundo con sus propias manos.

“Pocas armas son tan poderosas en el mundo como una niña con un libro en la mano” – Malala Yousafzai.

Sofía García- Ramos Fojón (Popy)
Graduada en Psicología Técnico superior en Cooperación Internacional y Acción Humanitaria.

Mirando al cielo

7 junio 2017 Publicado por Testimonios 0 comentarios sobre “Mirando al cielo”

Aquí en Etiopía muchos niños no tienen nombre, crecen sin identidad porque hay pocas posibilidades de que puedan sobrevivir. Nada más nacer, las madres cortan el pelo de sus bebés dejando un pequeño mechón en sus cabezas. De esta manera se aseguran que un ángel pueda sujetarlos y llevarlos volando hasta el cielo en el caso de fallecer.

Las cifras muestran esta realidad. Aproximadamente el 44% de los niños menores de cinco años sufren desnutrición severa en Etiopía, siendo ésta la principal causa de mortalidad infantil. Expuestos desde que nacen, los que sobreviven son registrados cuando alcanzan la edad de los 7 años. Hasta entonces se mantienen anónimos, porque nadie se atreve a pensar en su futuro. Son los Abush o Mimi, niños y niñas sin identidad. “La falta de alimentos es la principal causa de este problema”, asegura Blanca Beltrán, misionera de la Comunidad Misionera de San Pablo Apóstol. “La mayoría de los pequeños que asistimos en nuestros programas de desnutrición no tienen nombre. Sus madres no quieren darles uno porque no tienen fe en su esperanza de vida”.

Desde hace 23 años, esta Misión trabaja en el Valle de Angar Guten ofreciendo asistencia sanitaria, educación preescolar y talleres de agricultura a las distintas comunidades que habitan en la zona. Un trabajo de más de dos décadas en las que han conseguido poner en marcha una clínica, dos puestos de salud y tres guarderías que atienden y dan de comer a más de 400 niños de la región. “Todos nuestros proyectos están enfocados en torno a la nutrición”, comenta Blanca. “Nuestro principal objetivo es que la gente tenga comida en sus casas, que puedan abastecerse, diversificar sus cultivos y obtener excedente para poderlo vender”.

En un país en el que el 70% de la población vive en zonas rurales, la agricultura es la base de su sustento. No obstante, la mayoría de los terrenos están dedicados al cultivo de maíz y sorgo, insuficientes para una alimentación equilibrada. “El problema de la desnutrición es la falta de educación, la gente no relaciona la salud con la alimentación”, asegura esta misionera. “En nuestros talleres de agricultura ofrecemos también cursos de cocina, y abastecemos a los campesinos de semillas para que abran sus cultivos a nuevos alimentos como la soja, el cacahuete, las judías u otras verduras”.

 Talleres que en amárico han rebautizado como “escuelas de producción de comida” y que la Comunidad Misionera de San Pablo Apóstol pretende extender a otros poblados como Abo Sahshover y Abo Goyam, a pocos kilómetros de su misión de Andode, y en donde acaban de realizar una primera sesión de exploración. “En este primer contacto el trato personal es fundamental”, afirma Blanca. “Una a una visitamos las casas de la zona para poder presentarnos y conocer de primera mano el estado en el que viven cada una de estas familias: de dónde cogen el agua, qué cultivan, cuáles son sus necesidades…”.

 Pero la falta de recursos es una constante entre los campesinos del Valle de Guten y los niños sin nombre una realidad en su día a día. Es el caso de la pequeña de Enat Ayenew, una de las mujeres que habitan en la primera aldea que visitan en este recorrido. Se trata de un asentamiento formado por desplazados que han huido de la hambruna y de la sequía de la región de Wollo, una de las zonas más pobres de Etiopía. Un pueblo de agricultores que ha emigrado en sucesivas oleadas hasta el valle buscando tierras fértiles donde poder cultivar.

Una vez aquí, las cosas siguen sin ser fáciles. Los habitantes de esta comunidad tienen que caminar 6 km hasta el poblado más cercano para recoger agua y la zona no cuenta con ninguna asistencia sanitaria ni educación. “Además de conocer sus necesidades, realizar estas visitas nos permite también descubrir determinados casos de desnutrición severa en los que es necesario actuar”. Así fue, precisamente como encontraron a Salomón y sus hermanos, los hermanos de Salomón son gemelos y la madre no podía alimentar a los dos, cuando el más fuerte se enfermó la madre vino a pedirnos ayuda, así nos dimos cuenta de que estaba dejando morir al gemelito más débil, al ver que la madre no creía que con la soja que le dábamos para los bebés los dos podían vivir, la fuimos a ver a su casa, ahí encontramos a Salomón que con 7 años “Su situación era extrema”, recuerda Blanca, “pesaba en torno a 19 kilos, por lo que también tuvimos que incorporarle inmediatamente a nuestro programa de desnutrición”. Gracias a estos cuidados, los gemelos fueron ganando peso. Poco a poco consiguieron recuperarse y, una vez fuera de peligro, fue entonces cuando su familia decidió darles un nombre. “Ese es uno de los momentos más emocionantes de nuestro trabajo”, asegura esta misionera, “ahí es cuando sabes que una madre se ha liberado de todos sus miedos, cree en el futuro de su hijo y apuesta por la vida”. Con Salomón la recuperación ha sido más lenta, sube de peso poco a poco, pero es un niño muy fuerte y con ganas de vivir, tenemos la esperanza de que remontará tantos años de desnutrición severa, este niño se ha agarrado a la vida con todas sus fuerzas.

En su lucha por sobrevivir desde que nacen, la falta de identidad hace aún más vulnerables a los niños en Etiopía. Un país en el que los menores de cinco años tienen 30 veces más probabilidades de morir que en Europa occidental. Es entonces cuando un nombre se convierte en algo más que un atributo. Es un reconocimiento a la existencia, una oportunidad.

Escrito por Paloma López del Hierro.

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