Me gustaría que mi testimonio sirviera para “dar un empujón” a esas personas que, como me ocurrió a mí, alguna vez han pensado en hacer un viaje distinto a los que hacemos habitualmente. Un viaje impulsado por una vocecita que suena en nuestro interior señalando que para vivir tenemos que dar un salto que nos saque de nuestra zona de confort, con su componente de aventura, llevando con nosotros un granito de arena que junto al de otros se convertirá finalmente en una gran montaña.
Hace siete años, mi vocecita fue despertada por mi tía. En una de las presentaciones donde explicaba llena de entusiasmo los detalles, las vivencias y las experiencias que le aportaba el proyecto oftalmológico que desarrolla en Turkana (Kenia), me hizo ver que yo también podía hacer algo similar, que solo era cuestión de ilusión y dedicación.
Preguntando donde había hueco y donde podrían ser más útiles mis habilidades, me hablaron sobre las misiones de Etiopía y los colegios que tenían montados. Siete años después, puedo decir que me gustó la idea.
En siete años he visto cómo crecen los niños, cómo progresan las mujeres, cómo colaboran los hombres, cómo los arboles dan su fruto… En definitiva, he tenido el privilegio de ver cómo la comunidad se ha ido desarrollando.
Me hace mucha ilusión contar que después de ese tiempo hemos conseguido asentar un grupo de jóvenes en España que nos unimos mensualmente para compartir ideas y poner en marcha proyectos. A pesar de tener nuestros trabajos, estudios, a pesar del ajetreo de nuestras vidas, hacemos tiempo para reunirnos y sacar planes adelante. Es muy gratificante ver cómo incluso gente que no ha estado en Etiopía colabora desde aquí con la comunidad y se une a la causa. Porque no hace falta ir hasta allí para ayudar. Desde tu casa puedes colaborar haciendo tu aportación o ayudándonos a montar mercadillos, financiar proyectos y conseguir donaciones. Lo bonito de este viaje es el sentimiento de comunidad y el recibimiento que nos dispensan.
Hace 7 años, sentada en el porche de la casa de voluntarios de Andode, me hice la promesa de que volvería cada año y haría de esta comunidad mi familia y su casa mi casa. Solo he faltado un año, pero creo que puedo decir que estoy cumpliendo con mi promesa, viviendo cada año como si fuese el primero. Con las mismas ganas e ilusión.
Agradezco a las misioneras y a la comunidad haberme dado la oportunidad de acompañarlas y de haberme hecho crecer como persona porque os puedo asegurar que hay cosas muchas, y muy importantes, que no se aprenden en el colegio, en la universidad o en el trabajo. Lecciones muy importantes en mi vida que sólo he aprendido allí.
A vosotros quiero deciros que da igual tu edad, tu trabajo, tu estatus, el país en el que vivas… Si te apetece, ¡VENTE!
¡¡GRACIAS, AMMASAGUENALEHU¡¡
María García Izquierdo
Voluntaria
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