El día se despierta cubierto en Muketuri. El eco de la lluvia se confunde con la música que mueve al pequeño pueblo etíope. Entre las casas de aluminio, Aberash reza por la vuelta del más pequeño de sus hijos, Johannes, quien había partido dos meses atrás al continente europeo para operarse de ascitis e hipertensión pulmonar. En una compleja operación, su válvula mitral fue sustituida por una metálica en un hospital de Santiago de Compostela. El chico escuálido que partió hacia España con 39 kilos, prometía volver a casa fuerte, sano y con una nueva oportunidad de vida.
En Muketuri, un pueblo a 78 km al noroeste de Addis Abeba, donde la Comunidad Misionera de San Pablo Apóstol trabaja desde 2007, el “Saint Joseph Mother and Child Center” se prepara la bienvenida del nuevo Johannes y la celebración de la vida. Johannes vuelve de La Coruña, donde ha sido operado con éxito del corazón.
El momento es espectacular: Madre e hijo se reencuentran en un abrazo de emoción y lágrimas incontenibles ante la mirada de voluntarios y misioneras. Nadie se salva de sentir un escalofrío de felicidad al contemplar la belleza del momento, y es que había muy pocas posibilidades de que Johannes regresara con vida. Las horas de clase de inglés para los niños de primaria, se retrasarían unos minutos para que el festejo se llevase a cabo.
Antes de empezar a comer, ambos, madre e hijo, regalan unas emotivas palabras de agradecimiento: Aberash, con la voz quebrada, nos ofrece lo poco que tiene: café recién molido, “njera” caliente —tradicional plato etíope—con su mejor ejemplar de carnero. Ya puede respirar tranquila, tras meses de angustia e incertidumbre su hijo ha sobrevivido a lo imposible. Sus plegarias han sido escuchadas y respondidas en forma de misioneras, médicos y voluntarios.
Johannes, sonriente y sin ningún rastro de la enfermedad salvo la vertiginosa cicatriz que recorre su pecho, se emociona al agradecer a su “segunda madre” la misionera Lourdes y a su “hermana de corazón” la voluntaria Popy, con la que ha convivido este tiempo en Galicia, el regalo de la vida. Sabe lo que conlleva volver sano; entiende que su misión ahora es clave para los de su tierra. Hay mucho que hacer en Muketuri. Hay muchas bocas que alimentar, mentes que educar y corazones que sanar. La vida aquí no es fácil, nadie mejor que él para dar testimonio. Pero parece que el que fuera niño, vuelve ahora como hombre con el propósito de ayudar a cambiar las cosas. Nos hace una promesa y a él mismo: la de aprovechar cada segundo con agradecimiento y dedicar su vida para ayudar al avance de esta pequeña población.
Esta es una tierra de esperanza y oportunidades. No sobran las manos de ayuda, pero la alegría se respira en este pueblo. Aquí los colores brillan intensos y las risas de los niños que se aferran a las manos de los voluntarios hace olvidar el miedo. La felicidad del día es el motor que mueve a las misioneras a dedicar su vida entera por esta gente y promete dar sentido al día de mañana. JUNTOS, misioneras, voluntarios y muchos etíopes se han empeñado en anunciar la vida desde el Saint Joseph Mother and Child Center.
Mamen Alaman.