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Kokuselei – Kenia

10 octubre 2016 Publicado por Story Pages 0 comentarios sobre “Kokuselei – Kenia”

El poblado de Kokuselei está situado a 35 km de la misión de Nariokotome, en el valle entre las montañas de Lapur y Morueris. La población es semi-nómada centrada especialmente en el pastoreo, muy aislada dado la falta de infraestructura y carreteras. También se puede acceder al poblado desde Lokitaung a través de un camino de 40 km, atravesando el poblado de Riokomor. La distancia desde Lodwar depende del camino utilizado; por Lokitaung son 260 km y por Nariokotome son tan solo 165 km pero este camino suele ser difícil en época de lluvias.
Población
La población del valle de Kokuselei está constituida por diferentes comunidades: Kokuselei, Kabosan, Erus, Alagama o Riokomor. La gran mayoría de la población que integran estas comunidades continúan viviendo de una manera semi-nómada siguiendo las tradiciones de la cultura Turkana. Sus únicos recursos suelen ser sus cabras y sus camellos. Además, dado que esta zona es buena para los pastos, muchos nómadas de otras zonas la usan durante las épocas de sequía.
Según los datos del Ministerio de Salud en 2013, la población del valle de Kokuselei es de 9.416 habitantes.
Principales actividades y objetivos
Es imposible desarrollar actividades para mejorar las condiciones de vida de las familias sin tener en cuenta como primer objetivo el garantizar el acceso a agua potable tanto para las familias como para su ganado.
Esto se hace a través de la construcción de presas de piedra; a día de hoy hemos construido más de 10 en esta zona. Este proceso tiene como beneficiarios a cientos de familias tanto por lo que significa tener acceso a agua potable que podrán tener como reserva durante largos periodos de tiempo como por el conocimiento obtenido durante la construcción de la presa.
Esperamos seguir construyendo más presas de piedra en la zona de las montañas de Lapur y Morueris.
Estas presas de piedra ayudan a rellenar el agua subterránea y así facilitan la perforación exitosa de puntos de agua y la instalación de pozos ya sean manuales, solares o de viento, siguiendo el curso del río. Estos nuevos sistemas implican un incremento en la capacidad de agua limpia que puede llegar a la población y hace posible comenzar a desarrollar otras actividades como la agricultura.
Dado que las sequías se producen de forma recurrente y durante largos periodos de tiempo, la falta de comida es una realidad en esta zona y los niños se ven a menudo afectados por la desnutrición. Así pues, en Kokuselei hemos establecido y mantenemos 8 unidades nutricionales para garantizar que los niños menores de 6 años puedan recibir al menos dos comidas al día. Dado que el foco de atención se pone sobre la nutrición de los niños estos centros representan puntos de referencia para el desarrollo de la población entera. Con la ayuda del trabajo de las madres y de las misioneras es posible organizar el mantenimiento de los centros a través de comités de padres y así llevar a cabo otras actividades como la vacunación o la desparasitación y seguir de cerca el crecimiento de los niños con la ayuda del Programa de Salud de Nariokotome. Además se implementan otras iniciativas como la agricultura, la catequesis o proyectos de desarrollo para mujeres.
Las unidades nutricionales están situadas en Kokuselei, Kabosan, Ebur, Angataruk, Ngameriyek, Alagam, Small Erus, Loalany y Kalomeu. Durante el año 2015 se ha podido a abrir una más en la localidad de Riokomor.
En relación con el cuidado de la salud, nuestro papel desde Kokuselei es ayudar y complementar el trabajo realizado por el Programa de Salud de Nariokotome. Además, queremos mejorar las instalaciones del dispensario y poder crear un espacio para enfermeros y agentes sanitarios para poder vivir y educar a un grupo de mujeres en todo aquello relacionado con cuidado pre y post natal para que ellas puedan convertirse a su vez en agentes sanitarios dentro de sus comunidades que están lejanas del dispensario y poder así supervisar el estado nutricional de los niños que asisten a las unidades nutricionales.
Una vez hemos podido garantizar el acceso a agua potable, intentamos implementar la agricultura en estas comunidades que tienen como modo de vida el pastoreo. La iniciativa parte de la Misión de Kokuselei donde hemos realizado diferentes actividades de formación en agricultura y hemos experimentado con diferentes verduras y semillas. De esta manera promovemos que a través de los cursos las mujeres puedan desarrollar lo que han aprendido en otros puntos donde hay agua disponible como las unidades nutricionales.
Otra de las áreas de desarrollo para ayudar a estas familias para salir del círculo de pobreza en el que se encuentran es la educación. En esa línea, estamos dando clases de pre-escolar en algunas de las unidades nutricionales. Además, estamos actuando como sponsors de la escuela de educación primaria de Kokuselei a través de la construcción de cuatro aulas, casas para los profesores, letrinas, una cocina, un almacén, etc… También participamos en el comité de la escuela y organizamos actividades extra-escolares para los estudiantes tales como deportes o excursiones.
Ya que en el valle de Kokuselei hay todavía escasez de infraestructuras básicas, recursos humanos y experiencia educativa, estamos promoviendo la formación de la población dando becas de secundaria e incluso para educación universitaria o formación profesional.
Asimismo, estamos realizando seminarios con capacidad de más de 40 personas en nuestro centro de formación “Kono-kono”. Allí pueden aprender a leer y escribir y matemáticas sencillas.
Otro grupo vulnerable en esta región son los ancianos, especialmente las mujeres que son consideradas sabias a una edad temprana. Por ello hemos desarrollado un programa a través del cual cuidamos a 83 ancianos de la zona del lago Turkana y las montañas para que puedan recibir tanto comida como asistencia sanitaria o ayuda en sus casas durante nuestras visitas mensuales.

Padre Manuel Hernández

10 octubre 2016 Publicado por Story Pages 0 comentarios sobre “Padre Manuel Hernández”

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Cómo sentí la llamada de Dios
Hay muchas formas a través de las cuales Dios nos llama para seguirle. La historia de la llamada vocacional es por tanto única, peculiar y diferente a todas las demás. En mi caso, cuando terminé primaria en el colegio, mis padres me enviaron al seminario menor de la diócesis de Ciudad Rodrigo, en España. Mis padres querían que completase mi educación secundaria ahí, y quizás después de eso, si Dios quería llamarme, estudiar para convertirme en sacerdote. En el seminario recibí una muy buena y cuidada educación religiosa y muy buena formación académica y humana. Cuando terminé secundaria, decidí continuar con mi formación en la Universidad de Salamanca, para estar preparado para la aventura de la vida. El tiempo que pasé en Salamanca pasó muy rápido y después de 3 años había terminado mis estudios de Gestión de empresas de Turismo. Estaba preparado para comenzar con mi vida profesional.
 De algún modo, al terminar mis estudios, en lugar de comenzar a trabajar, decidí irme a Londres para mejorar mi nivel de inglés. Por diversas circunstancias, acabé viviendo en el Seminario de San José en Londres, que es la casa central de la sociedad misionera de San José (conocida como Mill Hill Fathers). Pensé que aquel tiempo iba a ser gris y monótono. Me equivoqué. Aquellos años se convirtieron en un periodo crucial para mí, durante el cual mi vida cambió completamente, llevándome por una sorprendente nueva dirección. Dos seminaristas de la Comunidad Misionera de San Pablo Apóstol vivían y estudiaban al mismo tiempo que yo en este seminario de San José, Francisco Moro y Fernando Aguirre. Comencé a ir con ellos en mis tiempos libres, acompañándoles en diversas tareas que hacían. Visitábamos juntos a menudo a la comunidad hispano-hablante de Fulham, participábamos en retiros espirituales en la Abadía Benedictina de Ampleforth, e iba con ellos a las charlas misioneras que realizaban en diferentes parroquias a las que eran invitados. Finalmente, la llama de una vocación religiosa apareció en mi vida, a pesar de que yo seguía diciendo que no estaba seguro de si quería ser sacerdote y mucho menos un misionero.
 Fue durante mi primera visita a África en el año 1991 con el Padre Francisco Andreo cuando vi claramente que mi lugar en el mundo para seguir a Cristo era junto con la Comunidad Misionera de San Pablo Apóstol, y que el camino era siendo sacerdote y donde Dios quisiera enviarme. Aquella primera visita fue hace mucho tiempo, y hoy todavía sigo trabajando en África. Cuando vuelvo la vista atrás, a aquellos días y veo los temores y dudas que tenía, me doy cuenta de que todos deberíamos tener más Fe y confianza en los inescrutables caminos por los que Dios nos invita a seguirle.

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